CRÍTICA DE CINE

Crítica de '¡Game over, tío!': delirio sin control de calidad

El problema de esta revisión de 'Jungla de cristal' no es que sus chistes sean gruesos, sino que sean generalmente bastante malos

Un fotograma de 'Game over, tío'

Un fotograma de 'Game over, tío'

Juan Manuel Freire

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No hay nada necesariamente malo en hacer chistes con fluidos corporales, como demostraron los Farrelly en 'Algo pasa con Mary', o basado en la extirpación de miembros (viriles o no), como recordará cualquier amante de las aventuras medievales de Monty Python. No existen malas clases de humor, solo chistes malos. Más o menos como las tres cuartas partes de los incluidos en '¡Game over, tío!', especie de parodia fumeta de un clásico del cine de acción de los ochenta, 'Jungla de cristal', ya de por sí muy divertido y muy consciente de su sinsentido.

Los responsables del desaguisado son casi todos los creadores de 'Workaholics': dirige Kyle Newacheck (autor de varias decenas de episodios) y protagoniza el equipo formado por Blake Anderson, Adam Devine y Anders Holm, este último, además, encargado del guion. Como en la serie, el ritmo de chistes es rápido y sostenido; también como en aquella, se echa de menos la eficacia regular de unos Zucker, Abrahams & Zucker, los hombres detrás de 'Aterriza como puedas' y 'Top secret!'.

De todos modos, en este caso no se persigue tanto la abstracción absurda de los ZAZ como (al modo por defecto de la comedia yanqui desde el reinado del Frat Pack) reírse con y de la falta de madurez de unos hombres presuntamente adultos que todavía piensan como niñatos de 15 años. La premisa tenía su potencial: tres limpiadores de hotel con sueños de yates y chicas están a punto de vender su idea de videojuego a un famoso de Instagram, el llamado 'bey de Túnez' (el gran Utkarsh Ambudkar), cuando llega un grupo de terroristas para secuestrar el edificio y tirar su sueño por la borda. "¡Se acabó el juego, se acabó!", como decía Bill Paxton en 'Aliens: El regreso'. ¿O lograrán estos chicos superar sus flaquezas (como su pánico a lo gay) y recuperar lo que es suyo?

Por desgracia, falta control de calidad en el humor e imaginación en cuanto a la acción: lo que quiere ser una nueva y, si cabe, más grotesca 'Arma fatal' se queda en pasable chaladura a la que sobran guiños pop y cameos y faltan bromas para recordar. Bueno, se salva alguna. Está bien cómo defiende Alexxx (con tres equis; Adam Devine) su posición de buscar salida por mano propia a una situación de alto, muy alto riesgo: "No voy a quedar guay si me salva la Policía de Los Ángeles. ¿No escuchas a Kendrick Lamar?".