UNA MALETA RESCATADA

La guerra civil, vista por un voluntario inglés

'Live souls' recoge las fotografías inéditas de Alec Wainman, que llegó a España como conductor de ambulancias y acabó colaborando como traductor y agente de prensa

Milicianos de la columna Trueba-del Barrio en Grañén, el 14 de septiembre de 1936.

Milicianos de la columna Trueba-del Barrio en Grañén, el 14 de septiembre de 1936. / © Serge Alternês, The Estate of Alexander Wheeler Wainman and John Alexander Wainman.

ERNEST ALÓS / BARCELONA

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En otoño del 2013, Serge Alternés (nombre de autor de John Alexander Wainman) redescubrió la colección de 1.650 fotografías de la guerra civil que su padre, Alec Wainman, se trajo de España, donde colaboró con la república como conductor de ambulancia, traductor y agente de prensa. Otra maleta rescatada, esta tras haber estado desaparecida durante 40 años, de la que solo se habían publicado una docena de imágenes, con la visión de la guerra de un fotógrafo amateur, no de un corresponsal gráfico.

La actividad del anglocanadiense Alec Wainman explica el contenido del fondo fotográfico, publicado por su hijo en una pequeña editorial canadiense y ahora, por primera vez en España, recogido en el libro 'Live souls. Fotos inèdites de la guerra civil' (Comanegra): llegado en agosto de 1936 con la primera Unidad Médica Británica (BMU), Wainman documenta las primeras semana en el caótico frente de Huesca, la actividad de los hospitales de campaña de las brigadas internacionales, desde los pioneros puestos avanzados de Grañén y Poleñino, en el sector de la columna Carlos Marx, hasta los trenes hospital de la batalla del Ebro y los hospitales y bancos de sangre dirigidos por Reginald Saxton Norman Bethune, además de escenas de retaguardia en Barcelona y el hotel de Tossa de Mar que Nancy Johnstone inmortalizó en su libro 'Un hotel a la costa'.

UN JOVEN ENIGMÁTICO

Del paso por España de Wainman, descrito como un joven de 23 años idealista y amable, un licenciado en Oxford que, según su hijo, "en España se presentaba a sí mismo como un cuáquero apolítico", apenas queda registro escrito en las memorias de quienes consta que lo conocieron: Jaume Miravitlles, Nancy Johnstone, la enfermera Agnes Hodgson, los cirujanos Moisès Broggi y González Agulló...

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Pero su currículum anterior (trabajó durante dos años en la embajada britànica en Moscú), sus tareas en España durante la guerra tras dos meses como conductor de ambulancia (traductor de los ingenieros soviéticos que montaban los aviones enviados por Stalin, después de haber recibido en la sede del PSUC el visto bueno de dos agentes del Komintern, y funcionario de la Oficina de Prensa Extranjera del Gobierno de la república) y sus actividades durante la segunda guerra mundial (miembro de los servicios de inteligencia británicos en el frente italiano y en la Viena ocupada, hasta que se retiró a la vida académica en Vancouver en 1947) hacen pensar que se escondía algo mucho más interesante tras esa discretísima imagen. Tras la guerra, intercedió para evitar la repatriación a la URSS de combatientes que podrían haber tenido como destino el 'gulag' y colaboró con la acogida de refugiados españoles, y más tarde húngaros, checos y tibetanos.

"Alec guardó mucha discreción sobre su época como voluntario, intérprete y oficial de prensa de la República española, así como los peligros a los cuales se expuso durante el conflicto y al estigma profesional resultante", explica en la introducción de 'Live souls' su hijo. Sin embargo, en 1975 escribió un relato en forma de diario de su experiencia en España, que acompaña en el volumen publicado ahora a los prólogos de Plàcid García Planas y Paul Preston y a una amplia selección de fotografías y documentos. La instalación de los primeros puestos sanitarios en Grañén y Poleñino por la BMU, un auténtico precedente de Médicos sin Fronteras; hospitales abarrotados, cirugía de campaña, evacuación de heridos (uno de ellos erróneamente identificado como el poeta John Cornford) voluntarios caóticamente equipados en las primeras semanas de combate en el frente de Aragón, la llegada del batallón Lincoln e imágenes de enfermeras, médicos y civiles que dan fe de la habilidad de Wainman como retratista de lo cotidiano (son impresionantes, por ejemplo, las caras de estupor de los lectores que hojean biblias en la feria del libro de Barcelona de 1938).