CRÓNICA TEATRAL
Fiesta con Lope de Vega en el TNC
'El perro del hortelano' despliega su vuelo en la Sala Gran en una propuesta de tono vodevilesco de Helena Pimenta
José Carlos Sorribes
Periodista
JOSÉ CARLOS SORRIBES
Ni come ni deja comer. La alusión lleva, qué decir, de forma irremediable a El perro del hortelano. La Sala Gran del TNC ha abierto sus puertas hasta el 7 de enero a la gran comedia de Lope de Vega sobre el deseo y la libertad. Llega servida de forma lustrosa por la Compañía Nacional de Teatro Clásico (CNTC), bajo la batuta de su directora, Helena Pimenta.
Estrenada el pasado año y tras una exitosa gira, ha vuelto a la carretera como si ese paréntesis no hubiera existido. Muy bien engrasada, la versión de Pimenta despliega todo el vuelo de un texto de Lope que tuvo hace dos décadas una recordada versión cinematográfica de Pilar Miró con Emma Suárez, en el papel de la condesa Diana, y Carmelo Gómez, como su secretario Teodoro.
Amor, honor y barreras sociales
Ambos son el motor de una comedia sobre el amor, el honor y las barreras sociales, con una joven noble encerrada en su palacio de cristal. Pero que se enamora de un subordinado al ver que este vive un romance con una de sus damas. Lo de Diana es un quiero y no puedo que deja a Teodoro en un sinvivir constante aunque a él también le motiva subirse al ascensor social que supone la conquista de la condesa de Belflor. A su alrededor, una amplia corte de personajes revolotea con intereses propios y encontrados. Diana es una joven destemplada que vive rodeada, sin embargo, de constante cortejo.
En un reparto sin fisuras destaca el brío y el encanto de Marta Poveda y el aplomo y solvencia de Rafa Castejón y Joaquín Notario
La CNTC, bajo la dirección de Pimenta, ha lucido siempre rigor en la puesta en escena de los clásicos españoles. Actualizaciones, las hay, pero sin pasarse, e incluso alguna innecesaria como esa figura del amor ciego representada en un bailarín. Es el caso de El perro del hortelano desarrollado en un palacio napolitano, a partir de una escenografía de puertas que se abren y cierran sin pausa, y con un tono vodevilesco que brilla en el desenlace. Ahí es cuando el montaje disfruta de sus mejores momentos porque la comedia se desata sin freno.
La dirección de Pimenta impone un ritmo frenético desde la primera escena. Tanto que adaptarse a escuchar el verso casi requiere esfuerzo al espectador. Pero es solo momentáneo. Porque el reparto, solvente siempre con el verso, funciona sin fisuras, aunque resulte lógico quedarse por ejemplo con el brío y el encanto de Marta Poveda (Diana) en su cortejo con Rafa Castejón (Teodoro). Él tiene una capacidad enorme para llegar, con aparente y desarmante facilidad, al público. Disfruta de la virtud de aquellos que actúan a excelente nivel sin que lo parezca. Cuenta, además, con el apoyo de Joaquin Notario (Tristán), un actor siempre fiable, y aquí con el rol cómico y sagaz del criado. Y es que Lope es un revolucionario de su tiempo. En El perro del hortelano, el listo es el vasallo, el que engaña a bobalicones como el marqués Ricardo, el conde Federico y el conde Ludovico.
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