El tercer verano de Mikel Santiago

El escritor vasco publica su 'thriller' 'El extraño verano de Tom Harvey', un puzle sobre el asesinato de un famoso pintor en la costa amalfitana

El escritor Mikel Santiago.

El escritor Mikel Santiago. / JOSÉ LUIS ROCA

ERNEST ALÓS / MADRID

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Mikel Santiago (Portugalete, 1975) lo de la música no le fue bien, y acabó de programador en Irlanda y Holanda. Lo volvió a intentar con la novela. Primero fue un ‘thriller’ protagonizado por un compositor de bandas sonoras en Irlanda (‘La última noche en Tremore Beach’), después otro con músico de rock y escritor de éxito en el sur de Francia (‘El mal camino’) y ahora un tercero con pintor y músico de jazz al sur de Nápoles (‘El extraño verano de Tom Harvey’). Y en su reencarnación como escritor, con buenas ventas y traducciones a varias lenguas, incluyendo el inglés, no se puede quejar.

Han sido tres novelas en cuatro años, pero no porque Santiago publique todo lo que escribe para cumplir plazos. Las dos últimas novelas llegaron tras descartar otras tantas que no le convencieron. “Estaba atascado en una novela que acabé enviando a la porra y así, en plan de Bilbao, dije, cojo mi cuaderno de notas y lo primero que salga, lo escribo. Y lo primero que salió fue esta frase: ‘Un amigo que llama, no cojo la llamada y al día siguiente está muerto”.  Ese fue el inicio. Es lo que le pasa a Tom Harvey, un saxofonista que se arrastra por Italia y que recibe esa llamada de su antiguo suegro, un famoso pintor británico que aparece al día siguiente muerto en una villa de la costa de la Campania. Allí se encontrará con su antigua pareja, a la que nunca ha olvidado, con el galerista del fallecido, un director de cine amigo de este y su joven esposa, un aprovechado ayudante del pintor, un periodista que comparte con el fallecido pintor, que dejó el fotoperiodismo, el trauma de haber presenciado una masacre de niños en la guerra de Angola, los propietarios de un club con muchos más negocios en la trastienda…

¿QUIÉN LO HIZO?

 “Pero también quería irme por otros derroteros, hacer una novela que fuese menos un ‘thriller’ psicológico y que tuviese más trama, más puzzle, un elenco más grande de personajes y exprimir al máximo la diversión de la fórmula del ‘quién lo hizo’, que haya objetos extraños escondidos, que no sepas quién es hasta el final, que haya giros…”, explica Santiago, que ha contado como modelos a Agatha Christie y Patricia Highsmith.  “Y también ‘Las joyas de la Castafiore’”, bromea.

Y aunque con menos peso que en su primera novela, vuelve a aparecer “lo onírico o lo paranormal”, en la senda de Stephen King y John Connolly. Jugando a la ambigüedad entre el sueño o lo mágico:  “Es un monólogo, fiel a mi estilo, en el que el personaje va accediendo a ciertas cosas de manera intuitiva, a través de sueños que le van llevando a reflexionar a él y al lector”. “Pero esta novela al final es un misterio detectivesco, con escenas de acción pero más cerebral. Al lector que me lee le propongo una novela entretenida, divertida, donde ocurran cosas, con un ritmo que sube y baja y no te deja descansar, que cuando la lea en la hamaca disfrute como un enano”, resume.  “Y luego, además, quiero explicar mis historias que llevo dentro y canalizo a través de un ‘thriller’: una gran historia de amor, un desajuste familiar… porque los hijos de famosos están muy machacados de la cabeza”. Puede ser una pista. O no.

"CUANDO ESCRIBO ESTOY JUGANDO, COMO UN CRÍO"

En su tercer libro, Santiago ha pasado de las 300 a las casi 500 páginas. Y eso que recortó un centenar "para que siguiera siendo una novela ligera, que se termine en un plazo razonable de tiempo". Y sigue imaginando localizaciones (esta vez una existente villa costera, Tremonte), que son "un collage de recuerdos, de documentación, de películas". Siempre en escenarios con cierto glamour, nunca vividos directamente por el autor. "Yo cuando escribo estoy jugando, como un crío. Y mi imaginación fluye. Elijo un escenario, disfruto inventándomelo, quiero que los escenarios y los personajes sean magnéticos, y no quiero constreñirme". 

¿Por qué esa insistencia con su personajes músicos? "No sé si se ha convertido en una especie de autochiste, pero para mí todo es crear atmósfera, curiosidad, y un jazzman tirado como los que he conocido en Amsterdam, me funciona me funciona, el jazz es un pasaporte para que te abra unas puertas en las que puedes llegar a coincidir con gente con la que si no no podrías coincidir". Su "obesión friki" por Chet Baker, nacida cuando vivía en Holanda, donde murió el trompetista defenestrado, lo ha convertido en un personaje "importante en la creación del prototipo de Tom Harvey". El hermoso Chet Baker antes de que la droga lo convirtiese en una calavera, eso sí. Porque Harvey es "un caballero andante", alto, guapo e interesante, dispuesto a salvar a su antigua amante, embarcado en una misión que cree que le elevará por encima de su arrastrada vida.