EXPOSICIÓN

El arte que Thannhauser salvó de los nazis

El Guggenheim de Bilbao expone 'De Van Gogh a Picasso', el legado que el coleccionista alemán donó a la institución neoyorquina hace medio siglo

Megan Fontanella, comisaria de la exposición, ante el cuadro de Picasso 'La mujer del pelo amarillo', en el Guggenheim de Bilbao

Megan Fontanella, comisaria de la exposición, ante el cuadro de Picasso 'La mujer del pelo amarillo', en el Guggenheim de Bilbao / .45115727

Natàlia Farré

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De nuevo Picasso. Si a principios de semana, París inauguraba una importante muestra dedicada al genio malagueño, hoy el artista más universal del siglo XX abre por duplicado: en Barcelona y en Bilbao. Así que la ola picassiana, justificada según los expertos del arte, empieza a coger dimensiones de tsunami. Pero  si en París Picasso nada solo, en las muestras presentadas hoy lo hace acompañado. En Barcelona, de los maestros en los que se fijó cuando con apenas 20 años aterrizó en la capital francesa; en la riba del Nervión, en el Guggenheim, de los artistas que admiró y coleccionó la familia Thannhauser, linaje de galeristas alemanes que reunieron la que se considera una de las mejores colecciones de arte europeo de finales del XIX y principios del XX.

'Los jugadores de fútbol' (1908), óleo de de Rousseau.

La colección Thannhauser llegó al Guggenheim de Nueva York en 1965, primero como préstamo y luego, en 1978, como donación, y fue fundamental para los fondos de la institución, hasta entonces, centrados en el arte abstracto. Las 75 obras que la familia de marchantes legó son impresionistas, posimpresionistas y firmadas por Picasso, pionero de la modernidad. Justo lo que el Guggenheim no tenía. Y son, también, el reflejo del gusto de un linaje entregado al arte. Son las piezas que o compraron expresamente o que pasaron por sus manos y etiquetaron con la cartela: "No está en venta". Las disfrutaban. Ahora, 50 de ellas, entre estas 22 'picassos', cuelgan, hasta el 24 de marzo, de las paredes del edificio de Frank Gehry en 'De Van Gogh a Picasso. El legado Thannhauser'.   

París y Nueva York

La historia de los Thannhauser es la historia de muchos amantes del arte judíos en la Alemania de los años 30. Marchantes que apostaron por el arte moderno -degenerado para los nazis- y que acabaron huyendo para salvar la vida y en la marcha perdieron parte de sus colecciones. Así pasó con Justin Thannhauser, heredero de Heinrich, el primer marchante de la familia. Después de exponer a Monet, Gauguin, Rousseau...; presentar por primera vez a Picasso en Alemania; realizar la muestra más grande del país dedicada a Matisse, y organizar la primera exposición del Jinete Azul y, por lo tanto, de triunfar como galerista, se tuvo que exiliar a Estados Unidos, en 1941, previo paso por París. De Alemania Justin y su familia marcharon en el 37 camino a la capital francesa. Allí se instalaron y desde allí distribuyeron su colección entre museos y exposiciones itinerantes para evitar que fuera destruida.

El Moma, por ejemplo, conservó 'Montañas de Saint-Rémy' de Van Gogh, que llegó a Nueva York 1939 para una exposición y allí se quedó hasta que Justin pudo recuperarlo. Aún así, muchas obras se perdieron. Algunas expoliadas, los nazis entraron en su domicilio, y otras destruidas: cuando sus posesiones iban camino de Francia, 13 contenedores y 11 cuadros sin embalar fueron retenidos en Berlín, transferidos a un almacén y destruidos durante un bombardeo. Otras, como 'Mujer con periquito', de Renoir, y 'El Palacio Ducal visto desde San Giorgio Maggiore', de Monet, se salvaron al estar de gira por Suramérica. Las tres lucen en la exposición, también lo hacen 'La mujer del pelo amarillo' y  'Langosta y gato', ambas de Picasso. La primera comprada directamente al artista en 1937; la segunda un regalo de boda del genio a Justin tras su segundo matrimonio.

Un Rousseau con historia

Con todo, la pieza más espectacular del malagueño en la exposición es 'Le Moulin de la Galette'; y la pieza más emocionante, por su historia, 'Los jugadores de fútbol' de Rousseau. Justin descubrió y se enamoró del cuadro en 1912 cuando lo vio en la galería de Berthe Weill (la primera mujer en abrir una sala de arte en París) y lo adquirió por 750 francos. Pero lo tuvo que vender: “Pretendía mantenerlo en mi colección –y lo tuve colgado en nuestra casa-, y solo lo vendí después de haberme casado porque necesitábamos dinero para amueblar nuestro hogar”, explicó el coleccionista en su momento. Pero la pieza acabó en los fondos del Guggenheim en 1960 y se expone, casi siempre, como si formara parte de la colección Thannhauser.

"Espero que sea apreciada. Representa toda mi vida" son las palabras que pronunció Justin tras el anuncio de la donación de las obras.