EXPOSICIÓN EN LA VIRREINA

El rescate de la artista transgénero que inspiró y fue la mascota Petra

Lorenza Böttner, creadora sin brazos, luchó toda la vida para ser definida por su arte, no por su condición

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Natàlia Farré

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¿Quién fue Lorenza Böttner? De entrada y vista la exposición 'Rèquiem per la norma' una artista en mayúsculas. Su arte es de una belleza y una intensidad extraordinarias. Pero la respuesta no es tan fácil. De hecho hay una multiplicidad de maneras de contestar. Cosa que intenta hacer la muestra de La Virreina, la primera que se le dedica a la creadora, y que surge después de cuatro intensos años de investigación. No en vano no es una muestra al uso de una artista conocida, sino "el rescate y la visualización de una historia ocultada por el relato tradicional del arte contemporáneo y de las instituciones". Palabra de Paul B. Preciado, comisario de la exposición.

Lorenz fue su primer nombre, masculino su primer sexo, y normativo su primer cuerpo. Pero con ocho años pasó a ser considerado un niño discapacitado o inválido. Trepar por un poste eléctrico en busca de un nido de pájaros le supuso la amputación de los dos brazos. Y con el tiempo llegó, también, el sentimiento de considerar su cuerpo como femenino, pese al pelo de su barba y de su pecho. Fue también Petra, la simpática mascota de los Juegos Paralímpicos de Barcelona en 1992, y fue una persona que luchó toda la vida por no ser etiquetada como un cuerpo discapacitado ni normativamente masculino. Un personaje complejo que nació en Chile en 1959, hijo de padres alemanes, y que murió en Alemania, en 1994, a causa del sida.

La resistencia y la disidencia las canalizó a través del arte, pero en los márgenes de este. Pues sabido es que la historia del arte es la historia de los artistas que pintan con la mano, los que trabajan con la boca o con los pies han sido excluidos del discurso dominante. "Nos han reducido al 'freak show', a tener que trabajar en la calle y a mendigar, cuando en realidad somos artistas, sencillamente no pintamos con el órgano hegemónico", cuenta Preciado que Lorenza denunciaba en su tesis de licenciatura, 'Behindert?!' ('¡¿Discapacitado?!'), en 1984. Era cierto, Lorenza no solo no aparece en el canon del arte contemporáneo sino que realizó su trabajo en la calle. Lo hizo en Kassel y lo hizo en Barcelona.

En la ciudad alemana se formó artísticamente, en la Escuela de Arte y Diseño. Allí estaba en 1982 cuando se celebró la Documenta 7, no fue invitada, ni ella ni ningún otro artista que no utilizara las manos. Así que se plantó en la avenida principal y más concurrida de la ciudad, la que lleva a la feria, e interpretó su danza pintura o pintura bailada. Una 'performance' que consistía en pintar con pastel sobre un papel con los pies desnudos mientras bailaba. "Se situó en la vanguardia de la transformación de los marcos de representación contemporáneos", afirma el comisario. En Kassel se licenció en 1984 con un gran autorretrato. Entonces, la pieza lució por primera y última vez en la ciudad (y en el mundo). Hasta ahora. Preciado consiguió exhibirlo en la Documenta 14, en el 2017, en la mismísima Neue Gallerie.

La calle como estudio y taller

En Barcelona también ocupó la calle, y se codeó con el 'underground' que había germinado en torno a Ocaña y Nazario para acabar colaborando con Javier Mariscal para encarnar a Petra. Disfraz con el que dio vida a la mascota durante la inauguración de los Juegos Paralímpicos de Barcelona. "Finalmente adquirió visibilidad pública. Pero paradójicamente no fue reconocida por su trayectoria sino que se la espectacularizó en las paralimpiadas", lamenta el comisario. Evitar eso fue la lucha constante de Lorenza, que no se consideraba inválida, ni siquiera discapacitada "su definición sobrepasaba lo de normal y patológico, igual que no se definía solo como mujer. La representación de su cuerpo va mas allá de lo femenino y lo masculino", asevera Preciado, que tuvo claro que "Lorenza tenía que volver a Barcelona pero no como Petra, que la eclipsó y ocultó, sino como artista".

Aunque poco han cambiado las cosas en cuanto a etiquetas. Preciado dio con la historia mientras investigaba en el Macba sobre los movimientos culturales subterráneos en la Barcelona pre y posolímpica. Quedó prendado del personaje y pidió una beca internacional para investigar. La primera respuesta fue de traca: "Me dijeron que era una artista de Unicef, porque no tenía brazos". No los tenía, cierto, tan cierto como que tenía talento.