EXPOSICIÓN

Sentirse como una abeja

La Fundació Miró invita a una inmersión sensorial en el mundo de estos insectos vitales para la supervivencia humana

zentauroepp42084100 barcelona 14 02 2018   exposici n en la fundaci n mir  de mo180214181824

zentauroepp42084100 barcelona 14 02 2018 exposici n en la fundaci n mir de mo180214181824 / periodico

Natàlia Farré

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

¿Qué siente una abeja al meterse dentro de una flor? Un intenso olor y la sensación de embadurnarse de polen. Es fácil experimentarlo. Basta con meter la cabeza en una de las esferas llenas de flores -lirios, orquídeas, genista...- que cuelgan en las salas de exposiciones temporales de la Fundació Miró. La pieza, 'Relaciones mutualistas', la firma Jerónimo Hagerman y no solo permite una vivencia inmersiva en el mundo de las abejas sino también cambiar de escala. Empequeñecer. Dejar la visión antropocéntrica del mundo y empatizar con estos insectos vitales para la subsistencia del planeta. Es la primera de las piezas que muestra 'Beehave', la exposición que el centro de Montjuïc inaugura el viernes y que incide en eso, en la supervivencia de las abejas y en la supervivencia de la humanidad. Pues, según los científicos, ambas cosas van unidas. Y, en consecuencia, ambas cosas se ven amenazadas: son muchos los peligros que acechan a esta especie, como el cambio climático, los pesticidas, la avispa asiática y la varroa, un parásito importado y que hace estragos entre los polinizadores.  

"Hemos de aprender a convivir y a trabajar en equipo, que es lo que hacen las abejas. Son unas grandes maestras; conocerlas es amarlas". Palabra de Martina Millà, comisaria de la exposición. Una muestra pluridisciplinar que reúne científicos, artistas y apicultores, y cuyas obras se han creado expresamente para un proyecto que ha durado dos años y que a Millà le costó arrancar. Temía una respuesta a su planteamiento del tipo: ¿hay algún artista que se interese por las abejas? Resulta que sí los hay, como Anne Marie Maes, que lleva años trabajando con  las colonias de abejas urbanas como vehículo para nuevas prácticas artísticas. De hecho, la artista tiene en la terraza de su casa, en Bruselas, un jardín de plantas melíferas, colmenas y un laboratorio de investigación. En la muestra expone varias piezas, entre ellas una realizada con cera que permite conocer cómo huele una colmena.

Apicultura urbana

Los experimentos de Maes son casi imposibles en Barcelona. La práctica apícola está prohibida en la ciudad. Solo hay tres colmenas: en el parque de la Ciutadella, en Montjuïc y en Collserola. Y, hasta el 20 de mayo, mientras dure la exposición, una cuarta en la azotea de la fundación. Han conseguido los permisos. Y su presencia obedece a dos motivos. Por un lado está estrechamente relacionada con la pieza 'Enjambres' de Xavi Manzanares y Àlex Muñoz. Una instalación multisensorial conectada con la colmena que permite sentir corporalmente, a través de la vibración, y sonoramente el zumbido, mientras se ve la actividad a través de una cámara. Por otro lado, es una manera de poner sobre la mesa el tema de la apicultura urbana: ¿qué pasaría si se permitiera en Barcelona? Posiblemente, nada. Muchas ciudades tienen colmenas y algunas, como Nueva York, en lugares tan emblemáticos como la azotea del Waldorf Astoria.  

En marzo, otros diez proyectos se extenderán por Barcelona con el fin de polinizar la ciudad para que florezca el debate. Habrá desde actividades sonoras con conversaciones reproducidas en la frecuencia que oyen las abejas hasta una pancarta reivindicadora de las abejas obreras en la manifestación del Primero de mayo. El resto es aprender; aprender, por ejemplo, que las abejas no ven el color rojo, o que tienen una media de vida de 42 días, más corta en verano que en invierno. ¿Por qué? En verano vuelan más y se desgastan más. De hecho, hay científicos que afirman que la trayectoria vital de las abejas puede medirse en kilómetros volados.