entrevista

Zhang Yimou: "Aún me cuesta creer que he llegado tan lejos"

El cineasta recibe el premio de honor del festival y presenta fuera de competición su nueva película, 'Shadow'

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zentauroepp44935848 file photo the 75th venice international film festival ph180907191557 / REUTERS / Tony Gentile

Nando Salvà

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Ha viajado hasta la Mostra de Venecia con dos objetivos. El primero es recibir del festival un premio en honor a una carrera que ya suma tres décadas e incluye títulos como ‘Sorgo rojo’ (1988), ‘Vivir’ (1994) o ‘La casa de las dagas voladoras’ (2004). El segundo es presentar fuera de competición su estupenda nueva película, ‘Shadow’, en la que se sitúa en la China de hace 18 siglos para narrar intrigas y traiciones palaciegas y orquestar deslumbrantes escenas de acción.

Hay quienes opinan que recibir un premio honorífico le hace a uno sentirse viejo. ¿Está de acuerdo? 

Yo me sigo sintiendo como un niño. En China decimos que, mientras sigue vivo, uno no deja de ser un estudiante. Siempre intento aprender y producir cosas nuevas, y eso impide que me sienta mayor. Y, en realidad, aún me cuesta creer que he llegado tan lejos en una carrera como esta, que me permite como ninguna otra estudiar la sociedad y la cultura a la que pertenezco. Mi madre suele decirme que siempre pensó que su hijo sería un fracasado.

En ‘Shadow’, los protagonistas descubren que para derrotar al enemigo deben dar a sus técnicas de combate “un toque femenino”. ¿Es otra forma de vincular la película al momento actual? 

En realidad, está más bien relacionado con la filosofía china. En mi país solemos decir que un poder flexible siempre gana a un poder duro y rígido. Y por lo tanto el poder de las mujeres siempre acaba imponiéndose sobre el de los hombres. En ese sentido, es curioso que por otra parte la historia de mi país esté llena de gobernantes inflexibles y autoritarios, y lastrada por el machismo. Sea como sea, siempre me ha interesado retratar a las mujeres, y dejar claras las presiones a las que se han enfrentado históricamente. Supongo que es mi manera de rendir tributo a mi madre.

‘Shadow’ está ambientada en la China de los Tres Reinos. Es decir, como casi todas sus películas, es cine de época. ¿Por qué le interesa tanto el pasado? 

De entrada me atrae porque estimula mi imaginación visual. Pero supongo que hay otra razón más importante. Puesto que en mi país el cine está sometido a la censura, desde que empecé a dirigir tuve que idear formas para hablar de mi tiempo sin que se notara. ‘Shadow’ es una película histórica, sí, pero habla de asuntos como las luchas de poder, ambiciones políticas y mecanismos de supervivencia en un mundo corrupto. ¿No le parecen temas actuales?

Al mismo tiempo, la película incluye fantasiosas escenas de lucha en las que unos paraguas son convertidos en armas mortíferas. Está claro que la exactitud histórica no está entre sus prioridades.

No lo está. Después de todo, ¿qué sabemos realmente acerca de los modos de vida del pasado? Solo lo que nos cuentan los libros, que se basan mayormente en conjeturas e interpretaciones. Por supuesto, me obligo a mantener cierta verosimilitud histórica, pero no dejo que eso me paralice a nivel creativo. Respecto a los paraguas, lo cierto es que en el cine chino de artes marciales existe la costumbre de usar objetos cotidianos a modo de armas: vasos de agua, cepillos, bolígrafos, libros… Dan a las escenas de acción un colorido muy peculiar. Y los paraguas son objetos increíblemente bellos, a mi modo de ver.

A lo largo de su carrera, pasó de dirigir intimistas melodramas rurales a rodar espectaculares y carísimas epopeyas. ¿A qué responde esa evolución?

No tiene tanto que ver con un cambio de actitud personal como con la evolución de la industria cinematográfica de mi país. China se ha convertido en el segundo mercado del mundo, y los directores hemos tenido que usar en nuestras películas el tipo de ingredientes que atraerán a más gente al cine. En parte es un mecanismo de supervivencia, supongo. En todo caso, a mí siempre me ha gustado el entretenimiento popular, y en especial la ficción sobre artes marciales. Durante la Revolución Cultural leía novelas de ese género a todas horas de forma clandestina, porque estaban prohibidas. Hasta llegué a practicar las artes marciales durante un tiempo. Lástima que se me dieran tan mal.