Xoel López: "La identidad gallega va conmigo y me define"

El cantante presenta en Bikini el pop exótico de 'Sueños y pan', influido por sus estancias en América Latina

Xoel López, en una imagen promocional.

Xoel López, en una imagen promocional. / periodico

Jordi Bianciotto

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Xoel López, antes conocido como Deluxe, envuelve su pop de autor con ritmos tropicalistas en ‘Sueños y pan’, su tercer disco a su nombre, cocinado tras sus años de andanzas por las Américas. Lo muestra este jueves en Bikini, dentro de la Ruta Firestone.

Después de sus discos viajeros, ¿estamos ante un trabajo de vuelta a casa, abriendo las maletas? 

Sí, porque lo exótico ya no te lo puedes quitar. El disco tiene canciones que hablan de buscar un lugar, de establecerse. Un trabajo más de reposo, aunque no reposado, porque tiene su energía y su vitalidad.

¿Su hogar ya es Madrid, no A Coruña? 

Cuando volví de Argentina no volví a mi tierra natal, Galicia, sino a Madrid, donde me había instalado con 20 años. Por eso en el disco está esa oda a la capital. Yo siempre fui muy gallego: pese a haber vivido tantos años en Madrid mucha gente me sigue diciendo que tengo acento, es una identidad que nunca he perdido, va conmigo y me define. Pero a Madrid le debo mucho, es mi lugar de madurez, sobre todo profesional. La canción ‘Madrid’ es muy a la gallega: empieza diciendo “no sé si me abrazaste o me engulliste”... Es eso tan gallego del yin y el yang. Este disco va un poco por ahí, es de hacer balance entre lo bueno y lo malo, la noche y el día, lo que te gusta y lo que no te gusta...

‘Sueños y pan’: ¿entre las ilusiones y la realidad? 

Sí, porque a veces uno se pone un horizonte, ya que en los ideales no queremos tener límites, pero sabiendo que llegaremos donde podamos, y que en la vida tienes un camino. Dedicarme a la música me ha permitido ser una persona libre, trabajar con quien me agrada..., pero este trabajo no es tan ideal como pensaba: hay una parte terrenal, dura, de pan más que de sueño, y de furgoneta y estrés, que no tiene nada que ver con hacer una canción. Hay mucho de oficio, de resistencia. Te expones públicamente y no sé si todo el mundo está preparado para decir lo que piensa cada semana. Y no es una queja, es una descripción de la realidad.

Hay peso narrativo en las canciones, pero musicalmente no son introvertidas, sino rítmicas y luminosas. 

Es verdad, esos opuestos salen una vez más. Una de cal y una de arena. Parece que lo íntimo pida una balada o una canción oscura, y yo en cambio me saco unos ritmos vacilones, afro, o medio divertidos. Es una característica de mi repertorio hacer canciones que un cantautor habría hecho más afectadas. Yo les quito un poco de hierro. Pero cualquiera que haya vivido una época dura sabe que ese es un lugar del que hay que salir. No soy de los que se regocijan en eso: busco una luz, una ventana, y si la letra no me la da, la buscaré en la música. Es un poco la idea de bailar pese a todo.

¿Brasil es el país que más le ha influido? 

Sí, ya desde pequeño, porque tuve la suerte de poder acceder a la colección de discos de mi padre: el disco de ‘La fusa’, de Vinícius de Moraes, Cetano Veloso, Tom Zé... Todo eso me entraba muy bien, no sé si porque soy gallego. Siempre lo tuve ahí, pero mis compañeros en la música eran anglófilos a tope. Así que ahora, en esa etapa más adulta, ya como Xoel López, me he sentido más libre para incorporarlo. Y sumando mi experiencia de cinco años en Buenos Aires y viajando mucho por América Latina.

¿Vivir esas músicas ‘in situ’ le hizo cambiar la percepción que tenía de ellas? 

Lo cambió todo: no es lo mismo escuchar música brasileña en tu casa en A Coruña que estar en Río, en Fortaleza o en Porto Alegre, tocando con la gente, sintiendo el ambiente, el clima... En un lugar como Santo Domingo no te apetece escuchar a Nick Drake. Los contextos te llevan.

El escenario más idóneo para ‘Sueños y pan’, ¿sería un festival de verano? 

Me han dicho que el nuevo directo es muy animado y bailongo, lo cual me ha sorprendido mucho, pero es cierto: estas canciones, en vivo, son casi para bailar, y el concierto se convierte en una pequeña fiesta. Sí, es un disco más de verano y de festival que el primero, por ejemplo, que era más de guitarra española y orilla de mar.

¿Hay una pista gallega detrás de todas esas incursiones en ultramar? 

Sí, con América hay una conexión absoluta por la migración, sobre todo la que vuelve, esos indianos que volvieron a Galicia e incorporaron la música latinoamericana en la misma aldea. De repente, ¡todas las orquestas de pueblo en Galicia comenzaron a tocar tangos, rancheras, merengues...! Esa diversidad cultural y lingüística la viví siempre en casa. También con Portugal e incluso con Catalunya: mi padre estudió y vivió muchos años en Barcelona y habla catalán perfectamente.

En su disco anterior había una canción en gallego, y en este, dos. 

¡Sí, un pequeño avance! (ríe). Rompo una lanza a favor de esa diversidad cultural que existe en España. Es algo que me sale, me parece bonito y creo que casa con mi repertorio. Y lo más bonito es ver que te vas a Murcia, a Cáceres o a Barcelona y la gente canta y celebra estas canciones igual que las que son en castellano.