ESTRENOS DE CINE

Warwick Thornton: "Australia fue construida por ladrones, asesinos y catetos"

El director australiano estrena el antiwéstern 'Sweet country', una historia de racismo y violencia tan serena como furiosa

Warwick Thornton, director de 'Sweet country'

Warwick Thornton, director de 'Sweet country'

Nando Salvà

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Su carrera es una reivindicación constante de la cultura aborigen originaria del territorio que hoy conocemos como Australia, a la que pertenece. En el western Sweet country, se sitúa en el Outback a finales de los años 20 para acompañar a un ganadero acusado de asesinato, primero mientras huye de la ley y después cuando se enfrenta a un tribunal; y, en el proceso, reflexiona de forma tan serena como furiosa sobre la brutal opresión, el racismo y la ausencia de justicia sobre los que asentaron y siguen asentadas tantas sociedades.

Su película evoca la iconografía del wéstern para cuestionar los valores sobre los que el género se sostiene, que son el colonialismo y el racismo. ¿La convierte eso en un antiwéstern? No me parece mal. La versión de la historia que el wéstern propaga es mentira. Perpetúan un mito según el que el hombre blanco es un salvador y un constructor de naciones, y eso es una patraña. Australia fue construida sobre la esclavización del hombre indígena. Se nos robó la tierra, y luego nos vimos obligados a trabajar gratis para quienes nos habían robado, porque si no seríamos torturados y asesinados. Eso le pasó a mi familia. Pero los libros de historia, en su mayoría escritos por los colonizadores, no cuentan eso. En algunas escuelas australianas aún se sigue hablando de Ned Kelly como si fuera un héroe nacional.

En Sweet Country, de hecho, las mismas personas que quieren ahorcar a un hombre negro inocente se entretienen viendo películas que ensalzan la figura de Kelly. Kelly fue un ladrón y un asesino. Si viviera en nuestros días robaría gasolineras y vendería metanfetamina. Aun así se lo considera un héroe. Y es lógico, porque Australia fue construida por ladrones y asesinos que, además, eran muy catetos. Y es hasta irónico que catetos como Kelly nos consideraran a nosotros seres infrahumanos. Hasta su llegada llevábamos 40.000 años practicando la democracia y construyendo una cultura riquísima, y ellos destruyeron nuestras lenguas, nuestra música, nuestras religiones, y nuestros conceptos.

En los westerns clásicos, además, la moral suele estar perfectamente delineada: está muy claro quiénes son los buenos y quiénes los malos. Sweet Country también es distinta en ese sentido. Bueno, todos sabemos que el interés de Hollywood no es reflejar la humanidad sino convertirla en cubos gigantes de palomitas. Yo crecí en un pueblo fronterizo habitado por algunas de las personas más racistas del mundo, pero también por algunas de las más nobles y hermosas.

Estrenos de la semana. Tráiler de 'Sweet Country' (2017)

Tráiler de 'Sweet Country' (2017) / periodico

Su película habla explícitamente del origen de Australia, pero viéndola resulta imposible no pensar en lo que pasó y sigue pasando en otras partes del mundo. Lo sé. La historia moderna se escribe a partir de la destrucción de tribus indígenas. Países como Gran Bretaña, Francia y España compitieron entre sí por ser el mayor imperio del planeta, y para ello explotaron recursos y destruyeron toda cultura que encontraron a su paso. Y eso siguió sucediendo después y lo sigue haciendo ahora. No hice la película pensando en Trump, pero si el espectador piensa en él al verla, me parece bien.

¿Es Australia tan racista hoy como lo era entonces? El racismo sigue existiendo pero se manifiesta de forma distinta. Antes un aborigen era insultado y acosado en cuanto salía a la calle. Hoy en día, en cambio, los racistas se esconden, ya no sabes quiénes son. En la ciudad donde vivo hay muchos, pero no se manifiestan por la calle sino a través de internet, de forma anónima. Y eso los hace más peligrosos, y a nosotros más vulnerables.

¿Cree que los cineastas aborígenes como usted tienen poder para restaurar la identidad de la comunidad indígena? ¿Le molesta ser descrito como un cineasta aborigen? Me da igual cómo me llamen. La etiqueta es reduccionista, pero es cierto que soy un cineasta, y que soy aborigen, y hago películas que reivindican la identidad aborigen. Y quizá yo no sea siempre cineasta, pero siempre seré aborigen. Respecto a la utilidad del cine, soy un romántico. De verdad creo que si los narradores reflexionamos sobre las tragedias de nuestro pasado podemos contribuir a construir un futuro mejor. El cine nació siendo como las pinturas rupestres o como la narrativa oral: una herramienta para transmitir conocimiento, y valores. Ahora, en cambio, la mayor parte del cine solo sirve para que las grandes corporaciones ganen dinero. Yo, en todo caso, no tengo intención de rodar nunca un solo plano que contribuya a esa porquería.