ENTREVISTA

Judit Neddermann: "Cantar es solo una parte de lo que ocurre en un recital"

La cantautora se alía con el Quartet Brossa en 'Amors d'estiu', un recital en L'Aliança del Poble Nou en el que fundirá 'lieder' de Schubert y canciones de autores como Serrat y John Legend

Judit Neddermann, en una imagen promocional.

Judit Neddermann, en una imagen promocional. / periodico

JORDI BIANCIOTTO / BARCELONA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

La hemos podido ver al frente de The Gramophone Allstars, cantando con Joan Díaz, Coetus y Clara Peya, y uniéndose a Serrat en el reciente concierto para los refugiados, en el Palau Sant Jordi. Tiene dos discos a su nombre y otro, ‘Viatge d’hivern de F. Schubert’, que grabó hace tres años con el Quartet Brossa y que pone la base de su concierto de este jueves en L’Aliança del Poble Nou, dentro del Festival Mil·lenni.

¿En qué consiste este recital, ‘Amors d’estiu’? Parte del disco con los ‘lieder’ de Schubert incorporando canciones modernas: Serrat, John Legend, Mikel Laboa y hasta una de Sex Pistols. El hilo conductor es el amor, ya sea de “qué feliz soy “ como de “estoy hecho caldo”.

El amor reflejado por Schubert en sus ‘lieder’, ¿se asemeja al de esas piezas contemporáneas? Sí, mucho. Esos textos, del poeta Wilhelm Müller, que canto según las adaptaciones de Miquel Desclot, son de desamor a tope. Casi todo es muy triste: el protagonista se va a casar pero su prometida rompe el compromiso y, a partir de ahí, marcha y le vemos caminando solo por paisajes hibernales hasta su muerte. ‘Lucía’, de Serrat, por ejemplo, no está tan lejos. La conexión emocional es parecida: aparece alguien que no tiene lo que necesitaba.

¿Ve ‘Txoria txori’, el clásico de Laboa, con texto de Joxean Artze, como una canción de amor? Sí, en el País Vasco la tienen como un poema de libertad, pero también es de amor: la metáfora del pájaro al que, si le cortas las alas porque lo quieres y deseas que se quede contigo, ahí ya no hay amor de verdad porque deberías dejar que volara.

Los ‘lieder’, ¿tampoco están tan lejos de la canción pop? No, son fáciles de escuchar. Aunque me gustaría oír voces modernas cantándolas. No he tenido referentes a la hora de adaptarlas. Escuché a Fischer-Dieskau, pero luego me di cuenta de que no podía hacer nada con esa información porque al abordarlas con el Quartet Brossa todo era muy diferente.

En sus discos en solitario hay ecos de la rumba, Jamaica, Brasil… ¿Hacia dónde va? No sé muy bien de dónde salen mis canciones. Creo que todo lo que he hecho me acaba influyendo, no sé desgranarlo. En otoño grabaré mi tercer disco y creo que será más pop y más calmado, no de ritmos sino de esencias. He estado más tranquila al hacer las canciones.

El pasado 11 de febrero los focos se dirigieron repentinamente hacia usted cuando se vio ocupando el lugar de Sílvia Pérez Cruz, indispuesta, en el dueto con Serrat en el concierto por los refugiados del  Sant Jordi, transmitido en ‘prime time’ por TV-3. ¿Lo ha asimilado? Alguna vez me había imaginado que podía ocurrirme algo así, pero no pensaba que me fuera a pasar tan pronto. Grabar ‘Mediterráneo’ ya fue increíble, y estar un mes después con Serrat en el escenario… Estuvo muy majo, muy atento conmigo, probando la canción en el camerino, ensayándola de nuevo con el guitarrista, Luís Robisco…

No conocía la canción, 'Plany al mar', ¿verdad? No, y antes de decir que sí lo primero que hice fue escucharla y mirar si encajaba con mi tono. Fue un honor que pensaran en mí después de Sílvia. Mucha presión, pero muchas ganas.

Ella fue profesora de canto suya. Sí, durante un año, en el Taller de Músics. A través de ella fue como entré en Coetus.

¿Su versión de la canción fue muy distinta de la que habría hecho ella? Supongo que sí. No sé, tomé la decisión de cantarla de una manera muy tranquila, sin hacer nada que se me pudiese escapar de las manos, y dejando un margen para poder disfrutar del momento. Algo sencillo y bonito.

¿Es esa su tendencia natural al cantar, sencilla y bonita? Al principio me gustaba ornamentar: venía del lenguaje del soul. Luego comencé a hacer jazz y eso me cambió la manera de concebir las melodías, sin el gorgorito y dibujando la armonía. Y al hacer pop comencé a sacar partido de hacer poquito y disfrutar de la voz.

¿Qué es más importante, su voz o la canción? Yo he acabado haciendo canciones y transmitiendo unos mensajes que acabo sintiendo que son del público, porque se crea algo entre la audiencia y yo que es mágico, y yo ahí me siento más maestra de ceremonias que hiperprotagonista o alguien a quien haya que ir a ver porque canta tan bien. Tengo la sensación de que cantar es solo una parte de lo que pasa en el recital. Pero todo esto tan solo estoy comenzando a notarlo ahora. Aún lo estoy descubriendo.

Está cómoda en el escenario. Mucho. Cuando pasan unos días sin hacer bolo ya noto que lo echo de menos. Lo disfruto mucho, y no por mostrarme y que me aplaudan. El otro día en Girona me aplaudieron mucho y me dio casi vergüenza. Me gusta la situación: que haya un público y se haga música.

¿Qué cantantes ha escuchado con más atención? Stevie Wonder, Ella Fitzgerald, Sarah Vaughan… En los últimos años, gente más actual como John Mayer, la caboverdiana Mayra Andrade, la brasileña Maria Gadú… Me han dicho que me parezco a Norah Jones. También la he escuchado mucho y creo que me parezco en la búsqueda de la calma. Sus primeros discos, sobre todo, te dan paz.

Después de nueve años con The Gramophone Allstars. ¿Mantiene su vínculo con el grupo? Sí, este verano grabaremos un disco, así que estaré un tiempo, año y medio, presentando a la vez dos trabajos, el del grupo y el mío, además de los conciertos que puedan salir con el Quartet Brossa. Me gustaría que se me reconociese por mi música propia, pero si me imagino haciendo solo esto tengo la sensación de que me perdería cosas.