Gemma Ferraté: "Hay mucho prejuicio con el cine de autor"

Gemma Ferraté, directora de 'Tots els camins de Déu'.

Gemma Ferraté, directora de 'Tots els camins de Déu'. / periodico

BEATRIZ MARTÍNEZ / MADRID

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Después de formarse en la ESCAC y de participar en el proyecto colectivo 'Puzzle love', Gemma Ferraté estrena su primer largometraje en solitario, 'Tots el camins de Déu', una aproximación en clave poética a los últimos días de la vida de Judas Iscariote. La directora nos sumerge en un universo profundamente sensitivo en el que dos personajes deambulan en medio de un entorno natural que explota los elementos telúricos y simbólicos para arrastrarnos a través de una belleza hipnótica y turbadora por un viaje introspectivo. Una propuesta conceptual poderosa, llena de radicalidad expresiva que entronca directamente con la que nos ofreció Sergi Pérez en 'El camí mes llarg per tornar a casa'. Ambos creadores comparten productor, Aritz Cirbián.

Me recordó mucho a la película 'Gerry', de Gus van Sant. No sé si es algo que tenía en la cabeza. Gus van Sant es uno de mis directores preferidos y es inevitable evocar esa película, sobre todo en la forma. Pero en concepto casi se parece más a 'Last days', porque Gus can Sant también imaginó ahí cómo fueron los últimos días de Kurt Cobain antes de suicidarse, que es algo que nadie nos ha contado.

Hábleme de los símbolos que aparecen en la película. El punto de partida era ya de por sí muy minimalista y también los elementos que lo componen: las monedas, el bosque, el viento, el fuego, la tierra y el agua. Todos conjugados y despojados de una convención religiosa y narrativa para, a través de ellos, contar la historia.

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¿Qué papel jugó la naturaleza en el rodaje? Fue fundamental. Utilizamos más tiempo en encontrar las localizaciones que en rodar. Buscábamos un entorno alejado de la atmósfera mediterránea, más nórdico o báltico. Al final rodamos en la Costa Brava, muy al norte, en Colera para las escenas acuáticas, en la Garrotxa y el Montseny para el bosque.

El trabajo atmosférico también es fundamental. Para mí es algo muy importante, así como la forma de trabajar la luz y la cámara, que termina siendo un personaje más, porque acompaña a los personajes en la película. No era una parte técnica, sino que se funde con ellos en su sentido emotivo.

También se percibe una pulsión homosexual en las imágenes. Nosotros intentamos trabajar la amistad de forma muy pura, basada en el amor y la comprensión. Es algo que se coló en las imágenes, y es bonito que esté ahí, porque no fue premeditado.

En los últimos años los jóvenes creadores catalanes han aportado una serie de propuestas muy arriesgadas dentro de una industria de cine acomodaticia. Yo creo que es una corriente necesaria, pero que siempre está ahí de un modo u otro. Una guerrilla de cine indie. Muchos de nosotros defendemos una misma concepción cinematográfica, pero hay mucho prejuicio con el cine de autor. Al fin y al cabo, tanto mi película como la de Sergi Pérez hablan de conflictos universales y de emociones, y eso es accesible a todo el mundo.