FESTIVAL DE SAN SEBASTIÁN

Carlos Vermut: "Me gusta el cine que nos conecta con la muerte, con el dolor"

El director vuelve a San Sebastián para presentar su tercer trabajo, 'Quién te cantará', en el que se ratifica como uno de los autores más personales y fascinantes del cine español

Carlos Vermut, este miércoles en San Sebastián, durante la presentación de 'Quién te cantará'

Carlos Vermut, este miércoles en San Sebastián, durante la presentación de 'Quién te cantará' / periodico

Beatriz Martínez

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Carlos Vermut ya alcanzó la gloria en el Festival de San Sebastián con Magical Girl, con la que ganó la Concha de Oro a la mejor película y la de Plata al mejor director. Ahora vuelve al certamen dispuesto a confirmar su talento y su estatus como uno de los directores más personales y con un universo propio más fascinante y arrebatador dentro de nuestra cinematografía con su tercer trabajo, Quién te cantará, la historia entre fascinación y dependencia que entablan una diva y su mayor fan, interpretadas respectivamente por Nawja Nimri y Eva Llorach.

Siempre parte de una imagen o un concepto como germen de sus trabajos. ¿Cuál fue en esta ocasión?

En Magical Girl era un cuadrado, una espiral conectada. Aquí una especie de círculo infinito entre dos personas a modo de vaso comunicante de transferencia de identidades.  

En la película encontramos un juego de espejos, también de sombras.

A nivel simbólico, los espejos me servían para trabajar la deformidad, para ofrecer la visión mala de la persona que tienes delante, también para reflejar los pasados y los futuros de ambos personajes. En realidad, es como un viaje en el tiempo que acaba y termina en el mismo lugar.

En ella hay una gran pulsión de muerte.

La tragedia sobrevuela la película. Es un tránsito constante entre la vida y la muerte. Cuando una muere, la otra renace. Sacrificio y purificación. Es un baile de identidades, como se trata de una sola mujer que se encuentra desdoblada. Están encerradas en una película de fantasmas, viviendo una y otra vez esa tragedia, que al fin y al cabo es lo que les sucede a los fantasmas.

Buena parte del guion lo escribió en Japón. ¿Tiene entonces que ver con los espíritus orientales?

Sí, los fantasmas japoneses sufren este ciclo, se pasan en tránsito toda la eternidad. Eso está presente en la cultura budista y sintoísta, tiene que ver con el karma y el dharma. Pero eso me salió de forma inconsciente. En el tema estético, la referencia más clara que tomé de Japón fue la cantante Chiaki Naomi, tomé muchas cosas de su vida. Se retiró cuando murió su marido y dejó de cantar. También de Mina Mazzini. 

La música era un elemento muy importante en la película.

Quise que las canciones fueran de Nawja para provocar la sensación de que estábamos hablando de ella en realidad. Me di cuenta de que eso le inquietaba mucho y a medida que el personaje se iba pareciendo a ella, todavía más. No todas las actrices son cantantes, pero en este caso sí, así que me pareció buena idea aprovechar eso. En cuanto a Procuro olvidarte, necesitaba una canción para Eva y a mí me gustaba mucho este tema de Patty Pravo. Descubrí que la canción original era española, de Manuel Alejandro, y Alberto Iglesias se encargó de orquestarla.

En cuanto a la banda sonora trabajé con el compositor para que tuviera un aire de fábula, de cuento, de peli de Corman de los años 60, rollo gótico. Que me transportara a un lugar menos terrenal. Y eso lo conseguimos con los instrumentos de viento, que nos provocan sensación de infinito e indeterminación. Uno de los referentes fue Toru Takemitsu, que hizo bandas sonoras para Teshigahara o Kurosawa; es mi favorito. También Oliver Messiaen.

Es usted un autor que trabaja con emociones muy abstractas, simbolistas. ¿Cómo se siente dentro de un cine que cada vez más tiende al subrayado y al trazo grueso?

Me siento más cómodo porque creo que el cine va a tender a refugiarse en los símbolos. Es algo de lo que hablaba Saura. Él empezó haciendo un cine más social, y llegó un momento en el que se volvió hacia lo simbólico y lo psicológico. Y me gustaría saber por qué lo hizo. Está claro que el mundo es cada vez más político, pero el cine debería ser liberador y los símbolos sirven para reconocernos de una manera más honesta.

En cada festival siempre nos encontramos con alguna película que se avala con la etiqueta de "película necesaria"

Si consideras que el cine tiene que ser pedagógico y enseñar cómo ha de ser la sociedad, supongo que hay películas necesarias. Hay cine que existe para desconectar, para hacernos reír, para concienciarnos. Pero también debería servir para generar preguntas sobre quiéenes somos como seres humanos. A mí me gusta el cine que nos interpela, que nos conecta con los miedos atávicos, con la muerte, con el dolor, con los deseos, con la soledad. Con el miedo a reconocerte o la necesidad de copiar para generar una identidad.

"No me interesan más las mujeres que los hombres. Siempre que escucho a un director decir que las mujeres son más interesantes, no me puede parecer más condescendiente y paternalista"

El elemento femenino es muy importante

A mí no me interesan más las mujeres que los hombres. Siempre que escucho a un director decir que las mujeres son más interesantes, no me puede parecer más condescendiente y paternalista, no lo soporto. Las mujeres de esta película son mujeres, entre otras muchas cosas, también son cantantes, madres, ambiciosas, pero no subrayo su condición de mujer. Muchas veces, cuando creemos que una película es feminista no es porque no haya mujeres fuertes, sino porque hay hombres malos. Yo no quería mujeres víctimas. Aquí en mi película no pintaban nada los hombres.

Yo lo que quería retratar era a la diva como figura, que sí que es verdad que tiene un componente femenino. También un halo de trascendencia, de mística, son como una médium. Como sacerdotisas. Las divas pertenecen al cielo, son divinas.

La fama es otro de los temas, ¿a usted le afectó de alguna manera?

Yo no es que fuera muy famoso, pero sí que llegó un momento en el que necesitaba apartarme, porque soy muy tímido. Me vi recluyéndome. Por eso me fui a Tokio. Sentía presión y este personaje tiene mucho de mí. Es curiosa su manera de abordar la fama como si fuera una condena cuando la sociedad tiende tanto a buscarla de cualquier modo. La gente antes era famosa o no. Con la era de internet se nos ha mostrado el camino para serlo de manera rápida, como si fuera una escalera mecánica. Pero no tiene nada con el talento ni con la necesidad de trascender.

¿Y usted quiere trascender?

Cada vez tengo menos miedo a la muerte, sí al dolor. Solo sé que quiero que mi obra me haga disfrutar y tener una vida que me apetezca ser vivida.