ENTREVISTA

Brett Anderson: "Suede fuimos basura durante mucho tiempo"

El músico británico publica 'Mañanas negras como el carbón', una franca autobiografía de su cutre infancia y la prehistoria de la rareza glam del britpop

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Juan Manuel Freire

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Hubo un tiempo en que Brett Anderson (Lindfield, Sussex, Inglaterra, 1967), el líder de esa rareza elegante y glam de la generación britpop llamada Suede, esquivó el autoanálisis de unas memorias como gato panza arriba. "Durante años rehuí escribir nada, y preferí el velo del silencio y del misterio a la sensación intrínseca de exhibicionismo que contiene todo proceso semejante", escribe en el prólogo de 'Mañanas negras como el carbón' (Contra), una autobiografía finalmente encarada con emoción y energía, veracidad y franqueza. 

Este libro no es una historia de Suede; si acaso, una prehistoria (al parecer existe una gran posibilidad de secuela). Anderson escribe a conciencia sobre su infancia en una casa de protección oficial claustrofóbica en Lindfield, un pueblo a las afueras de la ciudad dormitorio de Haywards Heath, entre Londres y Brighton. Dedica casi más líneas a su familia y, en particular, a su complicado padre, que a sí mismo, y hasta el capítulo siete no usa el término 'Suede'. Es un cómo empezó todo, o un de dónde viene todo, interrumpido "cuando todos éramos todavía unos ilusos y unos ingenuos".

¿Por qué necesitaba escribir este libro ahora? 

Durante mucho tiempo me había resistido a la idea. Al principio, tampoco es que saltara de cabeza al tema. Las palabras no salieron a chorro durante sesiones catárticas de escritura. Primero escribí un poco, lo dejé reposar, le di algunas vueltas… Y vi que podía ser un proceso interesante. Me dije, "¿por qué no ahora?".

Cuando le entrevisté en el 2013, durante la gira de 'Bloodsports' 

Todo en realidad ha allanado el camino, porque toda la vida es un proceso de aprendizaje. Solo podría haber escrito el libro en este momento. Me hacía falta tener la habilidad para hablar sobre las cosas de forma interesante. Y sobre todo, tener la perspectiva necesaria. Ahora ya puedo escribir sobre mí con la distancia adecuada. Mientras lo hacía casi tenía la sensación de estar hablando de otra persona.

Más que una historia de Suede, sería una prehistoria, pero a lo largo del camino señala cómo se originaron algunas canciones famosas. ¿Llegó a entender mejor los orígenes de sus propios temas mientras escribía? 

Tampoco demasiado. Escribirlo me ayudó a poner orden a las cosas. La sorpresa fue, quizá, entender que 'The next life' iba sobre mi madre, Sandra [fallecida de cáncer cuando Anderson tenía 21 años], aunque en su momento la compusiera como una reflexión más abstracta sobre la pérdida.

Este libro es sobre sus padres, en esencia. 

La idea original era escribir algo sobre mi padre. Es un hombre muy complejo y capaz de resultar adorable en un momento y desagradable al siguiente. Realmente sofisticado. En casa solo ponía clásica, razón por la que yo detesté esa música siendo adolescente (risas).

Sin embargo, Wagner y Liszt parecen impregnados en el ADN de Suede. 

De forma sutil esa música, es cierto, siempre ha estado ahí. En particular en nuestros comienzos, cuando éramos más sombríos y dramáticos.

Su hermana mayor le abrió un nuevo mundo musical. O varios. 

Yo me había hecho fanático del punk, porque aquello era el polo opuesto de la clásica de mi padre. Mi hermana Blandine me introdujo en el pop y el rock anteriores al punk. Recordemos que por entonces, en los 80, no había revistas revisionistas como 'Mojo'. La gente básicamente se había olvidado de los 60 y los 70 y vivía pendiente de la actualidad. No mi hermana, que me enseñó mucho.

Es usted generoso con todo el mundo. En el libro no tiene problemas en señalar que el talento de Bernard Butler [guitarrista de Suede entre 1989 y 1994] le llevó a querer ser mejor artista, aunque ahora no sean los mejores amigos. 

Me parece bastante lamentable usar unas memorias para rajar sobre la gente. Cuando chocan los egos jóvenes, se producen explosiones. Eso es todo. Yo quería escribir sobre la gente con cariño, con todo el cariño posible. Lo otro es un modo barato de capturar la atención del lector.

También hay mucha humildad en su forma de hablar sobre los primeros Suede. 

Fuimos muy malos durante mucho tiempo. Si la gente creía que éramos basura, era por un motivo. Pero esa es la realidad inicial de cualquier banda. La gente solo ve el éxito, no la lucha anterior. Y esa lucha te define, crea el grupo que acabas teniendo.

En el libro revisita muchos episodios dolorosos, como la muerte de su madre o su ruptura con Justine Frischmann [futura líder de Elastica]. ¿En algún momento de la escritura pensó "Dios, el silencio y el misterio eran mejores"? 

Sí, claro. De todos modos, con una autobiografía tú marcas la línea que prefieres no cruzar. A mí nunca me ha gustado hablar de mi vida privada en la prensa. Unas memorias son distintas; es mi historia, o la parte de la historia que yo quiero contar. Todos hacemos lo mismo cada día, editamos nuestra vida, decidimos qué es lo que queremos que los demás sepan sobre nosotros.

"Me parece bastante lamentable usar unas memorias para rajar sobre la gente"

¿Quería que esa historia fuera universal? Bastantes reseñas del libro destacan sus valores literarios y apuntan que puede ser disfrutado por no-fans. 

Era la intención. No quería trabajar solo para los fans. La palabra 'Suede' no sale hasta el capítulo siete. Es totalmente intencionado.

¿Cómo se siente ahora, una vez que ha revivido todos esos sentimientos y puesto orden a las cosas? 

Me siento bien. Me daba miedo poder arrepentirme. Pero ha sido al revés, me siento orgulloso, la verdad.

No sé si la escritura del libro ha afectado mucho al nuevo disco de Suede. ¿Cuánto se parecen 'Mañanas negras como el carbón' y el ya inminente 'The blue hour' [a la venta el viernes, día 21]? 

Escribí y compuse en franjas temporales bastante superpuestas. De modo que sí, tienen mucho en común. La canción 'The invisibles', por ejemplo, se inspira en los episodios centrales, en ese joven perdido entre la infancia y la vida adulta, a la caza de algo a lo que no sabe poner nombre.