ENTREVISTA

Andreu Martín: «Los malos son los más fascinantes»

Publica 'Cabaret Pompeya'

El escritor Andreu Martín, ayer en su casa de Barcelona.

El escritor Andreu Martín, ayer en su casa de Barcelona.

ANNA ABELLA
BARCELONA

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Hay un enigma, y burdeles, y atracos, bombas y asesinatos, algunos históricos, como los del Noi del Sucre, el abogado Francesc Layret o la prostituta Carmen Broto. Pero Cabaret Pompeya (Edicions 62), Premi Sant Joan, no es una novela negra, como las muchas que Andreu Martín (Barcelona, 1949), ganador del último Pepe Carvalho, atesora en su haber. Es un inmenso fresco histórico que bebe de la negrura de historias cotidianas y de la historia en mayúsculas nacida en la Barcelona de las pistolas de los años 20, perpetuada en la posguerra y hasta la muerte de Franco, cuyas «'heces en forma de melena' exhibían impúdicamente diarios y partes médicos». «Me siento como si fuera mi primera novela», confiesa algo asustado un autor con una setentena de obras a su espalda.

-Una bomba destruye en 1920 el histórico Cabaret Pompeya, donde se ven los tres jóvenes protagonistas. 

-Es la Barcelona de los años 20, donde todo el mundo llevaba pistola. El pistolerismo superaba en mucho al de Chicago. La novela sigue hasta que los últimos maquis abandonaron las armas para luchar contra el franquismo de otra forma. Son tres amigos, tres hombres que tienen las pistolas a mano si quieren usarlas.

-Como hace el maquiavélico Miquel Jinete, asesino sin escrúpulos.

-Los malos chupan mucho plano. La trangresión es lo que más nos fascina. Miquel nace con la pistola en la mano y es capaz de cualquier cosa con tal de sobrevivir. Vive pensando en quién ganará para colocarse a su lado, y si puede jugar con dos cartas mejor que una. Los malos siempre ganan porque hacen trampas. Es un ganador, otra cosa es si es feliz o no.

-Sus amigos dicen que es un «hijo de puta asustado».

-Lo que genera más agresión es el miedo. Quien está asustado, si asusta a otro y lo ve asustado pierde el miedo. Miquel es un hijo de puta pero saca a sus amigos de muchos problemas porque les admira y los envidia. La envidia mueve el mundo.

-¿Cuándo cayeron los ideales anarquistas y las utopías libertarias? 

-Con los Fets de Maig de 1937. La gente que los había defendido y luchado a su lado se dio cuenta de que eran una fuerza muy destructiva. Cuando te dejas llevar por la violencia destruyes un futuro que podía ser positivo. Por culpa de anarquistas y comunistas muchos esperaban la llegada de los franquistas para que arreglaran las cosas, y esos lo chafaron todo y a todo el mundo.

-Un niño no entiende de qué hablan los políticos en un mitin. Su padre le dice: 'No hablan con nosotros. Tu y yo solo somos su tema de conversación'. ¿Como hoy? 

-Sí. Los políticos nos tienen que tener contentos para que les votemos pero no sienten servitud hacia el ciudadano. Si de algo sirve esta inmensa crisis es para descubrirnos que los políticos son títeres y que quienes deciden son el amo de la Coca-Cola y las Moody's y Lehman Brothers.

-Llama la atención el paso de Fernando, el músico, por la Grecia ocupada y la caída de Berlín.

-Lo saqué de las memorias de mi tío bandeonista. Salir del campo de concentración de Miranda de Ebro, donde también estuvo mi padre, ir a Bodega Bohemia y encontrar a Mario Visconti e ir con él primero a Grecia y luego a un búnker de Berlín a tocar tangos para los nazis. Ni mi padre ni mi tío hablaban nunca de ello. Por eso llevo al libro mi reencuentro con mi padre antes de morir. Era una generación incomunicada porque les costaba mucho explicar lo vivido.

- Y una generación traumatizada.

-Por lo malo que les tocó vivir y lo transgresor y discutible que se vieron obligados a hacer para sobrevivir. Admiro a esa generación que tuvo hijos que íbamos de sobrados y les explicábamos la verdad de la vida. Y solo nos decían 'Qué sabrás tú' y 'Una guerra tendrías que haber pasado'. Mi tío puntualizaba: 'Los que hemos hecho la guerra, y la hemos perdido... '.