LANZAMIENTO EDITORIAL

Emmanuel Carrère: «La conversión es algo extremo y apasionante»

El escritor frances publica 'El reino', una reflexión sobre el cristianismo

Emmanuel Carrère, la pasada semana, en Barcelona.

Emmanuel Carrère, la pasada semana, en Barcelona.

ELENA HEVIA / BARCELONA

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Un libro sobre los inicios del cristianismo se convirtió el año pasado en la sensación literaria en la laica Francia. La fascinación ha procedido en este caso de su autor, Emmanuel Carrère (París, 1957), autor de extrema singularidad que ha mezclado el bagaje historico con su propia y  descarnada experiencia -ya lo hizo con Una novela rusa-, rescatando un episodio de su vida: su conversión religiosa, que como San Pablo le transformó en un cristiano feroz. El proceso duró tres años y luego desapareció. Hoy se confiesa agnóstico en El reino  (Anagrama), de reciente aparición.

-¿Por qué ha querido recuperar a  aquel hombre religioso en el  que ya no se reconoce?

-Empecé escribiendo un libro sobre cómo se escribe un evangelio. Pero poco a poco se me impuso aquella etapa de mi vida que creía haber olvidado. Recordé que hubo una época de mi vida en que leí los evangelios de una manera muy distinta, los leí como creyente, y entonces pensé que sería interesante recordar aquel momento.

-¿Y cómo se sintió?

-No puedo decir que me llenara de alegría enfrentarme a ese recuerdo.  Pero digamos que jamás hubiese escrito un libro sobre mi crisis religiosa. Creo que no es un tema lo suficientemente interesante. Pero a partir del momento en que me puse a escribir un libro sobre un asunto mucho más amplio, contar esta pequeña experiencia personal, extraña, de un sentimiento religioso de muy mala calidad me pareció legítima.

-Su conversión fue bastante abrupta. No le ha dado miedo mostrarla casi como un acto de locura.

-En aquella epoca yo era muy infeliz tanto en mi vida afectiva como la profesional -era un escritor que no conseguía escribir- y en un momento dado la fe apareció como una escapatoria a aquella depresión. Una conversión hace que te conviertas en otra persona. En mi caso la razón es que no soportaba ser yo. Por eso me lancé a ello con muchas ganas.

-¿En una conversión siempre hay una debilidad psicológica?

-Se puede decir eso y en parte es cierto. Todas las grandes críticas filosóficas a la religión dicen que es solo una ilusión de consuelo que nos permite dar sentido a una vida desgraciada. Esta explicación se ajustaba a mi experiencia un tanto neurótica, pero no sería honesto identificarla con todo el mundo. Hay gente para quien la conversión religiosa es de buena calidad.

-¿Ha querido ser ecuánime y objetivo?  

-No creo en la objetividad, por eso coloco mi experiencia en mis libros. Para recordarle al lector que no está leyendo la verdad, simplemente está leyendo lo que le explica Emmanuel Carrère, que no es la verdad. Pero intento ser sincero, lo cual no es lo mismo que decir la verdad, intento ser honesto.

-Pero desde la distancia.

-Mi postura es bastante clara. Soy agnóstico. Alguien que ha tenido una experiencia sobre la fe, aunque no de buena calidad y que no ha conservado ninguna creencia pero sí una familiaridad, incluso una amistad hacia el cristianismo.

-¿Por eso el libro ha  sido bien recibido por los lectores cristianos?

-Porque creo que el libro trasmite amistad respecto al cristianismo. Es una amistad crítica. Creo que si el libro ha tenido buena aceptación entre los cristianos, dejando a un lado a los integristas, es porque de alguna manera también expresa sus propias dudas y les ha servido para reflexionar.

-La novela parece desarrollar una técnica policiaca en la que el gran enigma es si Carrère ha terminado creyendo o no.

-Ya no creo, pero creo que puedo mantener una intimidad con el cristianismo.

-También retrata a los primeros cristianos como unos fanáticos. Veo a San Pablo como un personaje excesivo y loco. Es el tipo de personaje que fascina a Carrère.

-San Pablo, es cierto, es un genio pero también alguien muy fanático que no desentonaría en una galería junto a Philip K. Dick, Limónov o Jean-Claude Romand, elprotagonista de El adversario. Encarna esta radicalidad absoluta de  conversión que es una experiencia psíquica extrema y apasionante. No sé la deseo a todo el mundo, ni a mí mismo. Pero es una de las experiencias más extrañas que existen.

-El libro apuesta por la idea de que, lejos de lo que pensamos, el verdadero creador del cristianismo es San Pablo y no Jesucristo, que es una figura bastante borrosa en el libro.

-Jesús es un personaje bastante misterioso al que nos acercamos de manera bastante a ciegas pero eso corresponde a que no sabemos quién era. Hay cuatro relatos, que son los cuatros evangelios, escritos después de su muerte, que inventaron cosas y que entre sí se muestran contradictorios. Y todo eso hace que sea una figura muchísimo más misteriosa que Pablo. De Pablo, en cambio, tenemos sus cartas y son muy vivas. Y le vemos preso de la rabia y la ira. Me parece muy sorprendente y muy admirable haber mantenido cuatro evangelios porque la tentación natural hubiera sido hacer uno en el que todo fuera coherente. En el fondo supone una extraordinaria intuición literaria. El retrato es más rico con cuatro  reflejos.

-Con el inmenso protagonismo de sus libros. ¿Le molesta que le llamen narcisista?

-Yo no voy a decir que no soy narcisista. Pero eso no es grave. No pasa nada. Cuando contamos algo a partir de lo real es importante que el lector sepa quién lo explica y no veo como puedo hacerlo si no es saliendo a escena. Yo como persona puedo ser vanidoso, pretencioso, de acuerdo. Pero lo que intento es hacer un retrato que se parezca lo más posible a mí. En el fondo, la acusación de narcisismo me da igual, no me molesta en absoluto. Al mismo tiempo hay que tener en cuenta que el 80% de este libro habla de otras cosas que no son yo.