EL ANFITEATRO

De la edad de la inocencia al tiempo de la traición

El Festival de Glyndebourne presenta 'La clemenza di Tito' en una producción de Claus Guth centrada en la amistad.

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ROSA MASSAGUÉ

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Con mucha frecuencia los directores de escena parecen sentir el horror al vacío visual de las oberturas, las introducciones orquestales de una ópera, y lo llenan con imágenes relacionadas o idean tramas más o menos acertadas. Claus Guth y el dramaturgo Ronny Dietrich aprovechan la obertura de ‘La clemenza de Tito’, programada en el festival de Glyndebourne (Reino Unido), para presentar el planteamiento que desarrollan después a lo largo de la ópera de Wolfgang Amadee Mozart consistente en centrar la producción en la relación entre el emperador y Sesto, el amigo que le traiciona.

Durante la obertura una filmación a cámara lenta de Arian Andiel muestra a dos niños jugando en un lugar idílico, a orillas de un riachuelo. Es la edad de la inocencia. Su amistad parece muy estrecha hasta que algo se rompe cuando uno de ellos derriba un pájaro con un tirachinas.

El lugar bucólico podría ser el mismo parque de Glyndebourne que rodea la mansión privada donde la familia Christie organiza el festival desde el lejano 1934, un parque que durante el largo entreacto se llena de caballeros con smoking y señoras con traje largo para comer un picnic en el césped, junto a un campo donde pastan unos corderos.

Pasada la obertura de la obra, cuando empieza el primer acto, el decorado ideado por Christian Schmidt, colaborador habitual de Guth, representa el mismo lugar de la filmación, solo que ahora se ha convertido en una ciénaga. Sobre este espacio al aire libre, a media altura, se alza un edificio burocrático. El mundo de la política queda arriba. El de los sentimientos, los positivos y los negativos, en una naturaleza corrompida.

Como es fácilmente adivinable, los dos niños del video son Tito y Sesto, ahora crecidos y cada uno en su papel. Los motivos que llevan a la traición de Sesto --la sumisión de ciego enamorado a las ambiciones ilimitadas de Vitelia--, y la clemencia de un poderoso, el emperador Tito, que es el meollo de la obra, queda amortiguada por el primerísimo plano dedicado a la amistad truncada.

Este gran peso que Guth da a los dos protagonistas en detrimento de los demás personajes, aguanta bien gracias a los dos intérpretes, en particular a una impresionante Anna Stéphany como Sesto (originalmente debía cantar el papel de Annio), y a un menos impresionante, sobre todo cuando canta desde la media altura del edificio, pero muy eficaz Richard Croft.

La gran teatralización del tenor, con unas pausas muy dramáticas especialmente en la conversación que mantiene con Sesto intentando comprender qué es lo que ha llevado al amigo a traicionarle, es lo que mejor explica la apuesta de Guth. Alice Coote, con momentos irregulares, es más una Vitelia histérica que una pérfida ambiciosa.

La homogeneidad de nivel alto domina el resto del reparto con Michèle Losier (Annio), Joélle Harvey (Servilia) y Clive Bayley (Publio). Una marca de la casa en Glyndebourne es precisamente esta homogeneidad en los repartos formados por jóvenes cantantes con la proyección que ello supone. Para la soprano Kate Royal, por ejemplo, que participa el día 25 en la Schubertiada de Vilabertran y lo hará también el próximo noviembre en Barcelona, en el festival LIFE Victoria, su paso por Glyndebourne fue un punto de inflexión en su carrera.

En el foso, Robin Ticciati dirigía a la Orchestra of the Age of Enlightenment, asociada al festival. La calidad de esta orquesta con instrumentos de época bajo dicha batuta es notoria. Sin embargo, la memoria juega malas pasadas y el recuerdo de otra ‘Clemenza’, la reciente de Salzburgo con Theodor Currentzis al frente de la orquesta Musica Eterna, enturbiaba la recepción en quien escribe. En Glyndebourne se echaba de menos la majestuosidad orquestal, especialmente en los momentos más ceremoniales.

Ópera vista el 16 de agosto.