Don Winslow: «Quiero atraer las miradas sobre México»

Entrevista con el autor de 'El poder del perro', que regresa al mundo del narco con 'El cártel'

Don Winslow «Quiero atraer las miradas sobre México»_MEDIA_1

Don Winslow «Quiero atraer las miradas sobre México»_MEDIA_1

JUAN FERNÁNDEZ / MADRID

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

escribir El poder del perro (2005), ambientada en la guerra contra las mafias mexicanas de la droga, le llevó seis años y le causó una depresión. Demasiado crimen encarnizado para su mirada de narrador. Ahora, Don Winslow (Nueva York, 1953) acaba de publicar El cártel, Premio Internacional de Novela Negra RBA, secuela de aquella obra, y se le corta la respiración al describir los miles de casos, fotos y vídeos que ha manejado durante una década para documentar su monumental novela de 700 páginas.

Art Keller, el agente de la DEA protagonista de la saga, a quien dará vida Leonardo DiCaprio en la adaptación al cine que prepara Ridley Scott, vuelve tras los pasos de Adán Barrera, cuya fuga de la prisión recuerda demasiado a la del Chapo Guzmán. Es ficción, pero tan cruda como la realidad del narco.

-¿Cuando puso el punto y final a El poder del perro imaginaba que diez años después seguiría con esta historia?

-Recuerdo perfectamente ese momento y le aseguro que ni en la peor de mis pesadillas imaginé que volvería a retomar este tema. Escribir aquel libro fue una experiencia horrible. Durante seis años visité las peores esquinas de México, fui a funerales, traté con narcos, hablé con asesinos. Conocer lo peor de la condición humana me dejó muy marcado, pero escribir El cártel ha sido mucho más duro.

-¿Por qué lo ha hecho?

-No he podido resistirme. La guerra del narco continuó después de que publicara El perro y los asesinatos ocurrían a escasos kilómetros de mi casa. Vivo en California, cerca de la frontera, y este asunto flota en el ambiente. Mi agente me llamaba de vez en cuando y me preguntaba: '¿Qué tal una secuela de tu novela?'. Y yo le colgaba el teléfono. Sin querer, empecé a coleccionar noticias sobre los narcos y vi que los hechos no eran casuales, sino que tenían relación entre sí. Antes de darme cuenta estaba escribiendo El cártel.

-Un libro que desearía no haber tenido que escribir, entiendo.

-Sin duda, pero era mi obligación hacerlo para contarle al mundo lo que está pasando en esa guerra no declarada. Lo dedico a los 130 periodistas asesinados y desaparecidos en México en la última década. Ellos y los centenares de mujeres aniquiladas por el narco son los verdaderos héroes de esta historia.

-Usted es novelista. Escuchándole, uno pensaría que tiene una misión más allá de la ficción.

-Mi primera misión es escribir un buen thriller y entretener, pero en un caso como este no puedo evitar la aspiración de remover conciencias y atraer las miradas hacia México. Cuando escribí El perro estaba muy enfadado, y cuanto más leía y me documentaba, más me enfadaba. Con El cártel he buscado algo de redención. Quiero noquear al lector y decirle: 'Mira, esto está pasando mientras tú tomas drogas, o en tu ciudad se consumen alegremente'.

-Se dice que la realidad supera la ficción. ¿Hay algo que supere a la ficción inspirada en hechos reales?

-A veces me preguntan por qué no he contado todo esto en un ensayo. No habría tenido el mismo efecto. No se trata solo de narrar y describir, hay que emocionar. La novela muestra sentimientos, no se limita a enumerar acontecimientos. Yo mismo he de sentir algo por los personajes, aunque sean los mayores criminales, si quiero conseguir la identificación del lector.

-Su forma de narrar y describir es muy minuciosa y directa. ¿Si fuese pintor sería hiperrealista?

-(Risas) Sí, es el género pictórico con el que más me identifico. Me gusta que el arte y la literatura muestren lo sucio, lo defectuoso, lo incómodo. Lo que aquí relato está basado en hechos reales, pero he tenido que hacer un ejercicio de autocensura, porque muchas de las historias que descubrí o me contaron eran tan crueles y macabras que el lector no las habría creído. En la guerra contra el narco, la línea que separa la realidad de la alucinación es muy difusa.

-¿Ha llegado a entender la mentalidad del que lleva a cabo ese tipo de crímenes?

-A veces, cometer el primer asesinato equivale a cruzar el umbral del que no se puede volver. Para reclutar a sus nuevos miembros, los cárteles los obligan a matar a gente. Poco a poco, van subiendo el nivel de crueldad. He visto vídeos horribles de tipos decapitando a personas como si cortaran una cebolla mientras se ríen y bailan. He tenido que pagar a psiquiatras para tratar de entenderlos.

-En la guerra contra el narco pasa algo parecido: cada vez es más encarnizada, pero el asombro social es menor.

-En Juárez, la gente se ha acostumbrado a esquivar cadáveres en la calle. Pero en esta guerra hay mucha hipocresía. Miramos a México con superioridad y nos atrevemos a regañarles. Si yo fuese mexicano, miraría al norte y preguntaría cómo es posible que el alma del norteamericano esté tan corrupta que necesite tanta droga para vivir. La pregunta también vale para España, que es el mayor consumidor de drogas de Europa.

-No parece que esa batalla se acerque su fin. ¿Se le ocurre alguna solución?

-La ilegalización es lo que nutre de crimen al mundo de la droga. Cuando criminalizas una sustancia, generas un beneficio y surge la violencia. Pero para ser honestos en este debate, debemos hacernos una pregunta más profunda: ¿por qué necesitamos tantas drogas en nuestra sociedad? Esa es la raíz del problema.