cita ineludible

Diálogo de genios: Picasso-Dalí

Imagen de la exposición con 'Naturaleza muerta con busto antiguo', de Picasso y 'Cabeza', de Dalí.

Imagen de la exposición con 'Naturaleza muerta con busto antiguo', de Picasso y 'Cabeza', de Dalí.

NATÀLIA FARRÉ / BARCELONA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Picasso y Dalí. Dos artistas capitales del siglo XX y dos artistas que nunca se habían mirado cara a cara en una exposición. «Quizá -apunta William Jeffett, conservador del Dalí Museum de St. Petersburg- porque eran tan diferentes que nadie se había molestado nunca en ponerlos juntos». Nunca hasta ahora, pues él lo ha hecho y lo ha hecho con el apoyo del centro californiano y del Museu Picasso de Barcelona, donde, hasta el 28 de junio, se puede ver la exposición por Jeffett comisariada Picasso/Dalí. Dalí /Picasso.El resultado son 78 obras y 33 documentos que explican que a pesar de las diferencias entre los dos creadores -distinta ideología, tradición pictórica y origen social y familiar-, en el mundo del arte tuvieron puntos de encuentro e intersecciones.

Una narración, la de la muestra, que «no tiene como objetivo explicar que los dos personajes eran de alguna manera similares, sino más bien contribuir a su comprensión», apunta el comisario. De manera que la exposición no incide tanto en las veces que se vieron -pocas documentadas y todas antes de la guerra civil- o en la correspondencia que mantuvieron -siempre desde Cadaqués a Málaga, nunca al revés-; ni tampoco ahonda en la simpatía o antipatía que se profesaron: de Picasso se conocen pocas declaraciones sobre Dalí, y el ampurdanés oscilaba entre la admiración y la crítica cuando se refería al malagueño; ni tampoco en el hecho de que Picasso sufragó el primer viaje a EEUU del autor de La persistencia de la memoria. Si no que la narración se centra en la cercanía plástica que ambos genios vivieron en algún momento. «Habla sobre sorpresas visuales y artísticas, no sobre sorpresas biográficas», resume Jeffett.

Aunque pese a la insistencia en la creación, el comisario no puede evitar hacer una referencia a los estereotipos que siempre han marcado a los personajes y a su relación. Así, recuerda que la imagen que tenemos del último Picasso, «un hombre reservado que se pasaba el día en bañador pintando sin decir nada en su estudio del sur de Francia», no se corresponde con el «Picasso dandi de los años 20»: el personaje que se paseaba con un inmenso coche con chofer, se hacía los trajes a medida en Londres y veraneaba en los lugares más exclusivos. Una «vertiente teatral» similar a la que cultivo Dalí, «que también tuvo un lado reservado», afirma Jeffett. Y cuestiona también el mito sobre la rivalidad histórica, otro de los estereotipos, que había entre ambos: «había una admiración mutua, y un respeto a nivel humano y artístico», sostiene.

Viaje a París

Las 78 piezas de la exposición -alguna de ellas, como La profanación de la hostiacon puntos en común dejando, así, que sean las piezas las que cuentan la historia. Ahí están mirándose cara a cara Retrato de Olga, realizado por Picasso en 1917, y Retrato de OlgaRetrato de mi hermanay retocado en 1926. El lienzo del malagueño exhibe el lenguaje neoclásico propio de los años 20 en Francia; el del ampurdanés también tiene un aire clásico en 1923, pero en 1926, tras los retoques, tiene un aire picassiano: «Es muy curioso como Dalí se borra así mismo e introduce un nuevo lenguaje», explica el comisario.

Los cambios que introdujo Dalí son posteriores al viaje que hizo en 1926 a París para visitar el taller de Picasso, cuando el autor de La persistencia de la memoria era un joven de 22 años que empezaba y el padre del La persistencia de la memoria Guernica . Por aquel entonces Picasso estaba preparando una retrospectiva en la galería de Paul Rosenberg y tenía muchas obras en el taller, entre ellas Naturaleza muerta con busto antiguo (1925) y Naturaleza muerta delante de una ventana, Saint-Raphaël (1919), que inspiraron a Dalí Mesa delante del mar. Homenaje a Erik Satie (1926) y Cabeza(1926), entre otras.

Además de la visita a París, la pasión que los dos sintieron por Velázquez, sus trabajos con el grabado, el surrealismo que los dos frecuentaron, su mirada -distinta- sobre la guerra civil, y la importancia que Barcelona y Cadaqués tuvieron para los inicios de ambos son otros de los puntos de confluencia que toca la exposición, que, como no puede ser de otra manera celebrándose en el Museu Picasso, tiene también un recuerdo para las obras de Picasso (Las Metamorfosis de Ovidio y el collage Cabeza) que Dalí y Gala donaron cuando se fundó el centro, en 1969.