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Después de Joan Solà

JORDI PUNTÍ

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El fallecimiento, el pasado miércoles, del lingüistaJoan Solà ha traído estos días un caudal de comentarios en los medios de comunicación. Eran todas opiniones afinadas, emotivas e intelectuales, que valoraban la dedicación titánica del profesor, su constante rigor, y le situaban en importancia al lado de los otros dos emblemas de la lengua catalana moderna:Pompeu FabrayJoan Coromines.Fabravivió 80 años yCoromines, 92. Es una injustica, pues, que Solàhaya fallecido tan pronto. Con su empuje y su capacidad para estimular a los demás, habría seguido ofreciendo durante años su magisterio crítico y esencial.

Una de las ideas que también ha surgido estos días es que, con la muerte deJoan Solà, se extingue un tipo de filólogo laborioso, incansable, hormiguita. Es una valoración inexacta. Es muy probable que su figura sea irrepetible, pero gracias a su ascendente sabio y a la vez llano, de quien iba siempre de cara, con los añosSolà había congregado un gran número de colaboradores, discípulos y admiradores que ahora garantizan la pervivencia de su discurso.

Están, por un lado, autores comoAlbert Pla Nualart,Pau Vidal,Enric GomàoRudolf Ortega: todos han escrito libros sobre el catalán actual en los que transmiten una apuesta por el mismo modelo de lengua viva, cambiante y cercana a la calle. Luego sigue un contingente de lingüistas y correctores que proponen y defienden las mismas ideas en radios, periódicos y televisión -otra cosa es que presentadores y periodistas les hagan caso-. Quizá el punto débil sea la universidad: habrá que ver si entre los profesores aparece alguien que asegure la conexión entre la academia y la calle, algo queSolàconseguía gracias a sus artículos en elAvui y a un estado de alerta constante.

Catalunya es un país de filólogos aficionados. No conozco ningún otro lugar en que la gramática o el léxico de una lengua puedan entretener tanto rato una sobremesa de domingo. Claro que si un día la gente del PP dedicara su cinismo a la cerámica de La Bisbal, pongamos, tal como ahora lo hace con el catalán en los ayuntamientos, entonces quizá seríamos expertos en ollas y cazuelas. Mientras todo continúe así, los estudios y libros deJoan Solàserán nuestros aliados.