Arte maldito en Catalunya

El desinterés de las Administraciones obliga a los talentos catalanes de la danza a emigrar

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Marta Cervera

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Para un bailarín profesional de danza clásica catalán bailar en su tierra es excepcional. Valorados en compañías extranjeras, no tienen oportunidades para mostrar su arte en la tierra donde aprendieron a amar esta disciplina, tan exigente como apasionante. Por eso están entusiasmados de participar este sábado y domingo en la 'Gala de bailarines catalanes' en el Centre Cultural Terrassa, uno de los escasos teatros de Catalunya con temporada estable de danza desde hace varios lustros. 

"Tengo muchas ganas bailar en casa, algo que no se había hecho jamás. Bailar para la gente que te ha visto crecer es lo más bonito. ¡Va a ser genial!", dice eufórico David Yudes, que a sus 21 años es 'first artist' del Royal Ballet de Londres. En Terrassa interpretará 'Gopak', el gran paso a dos de 'Don Quijote', pieza que conoce bien, llena de energía y fuerza. "Poder compartir momentos como este con familiares y amigos es un lujo. Agradezco que hayan pensado en nosotros, nos sentimos apoyados y nos sale la vena patriótica", admite Ada González, solista de la Ópera de Bucarest. Ha elegido interpretar el 'Pas d'esclaves' del 'Corsario' y en adagio de 'Espartaco', una escena muy pasional. 

"Será una gran experiencia poder compartir con la gente de casa mi amor por la danza y, a la vez, conocer a otros bailarines que al igual que yo tuvimos que hacer carrera profesional fuera", destaca Alba Nadal, que desde los 18 años (ahora tiene 33) forma parte del Royal Danish Ballet. Ella ofrecerá dos piezas de Jorma Elo, 'Flower festival', que permitirá ver "la fantástica y especial" tradición del estilo Bournonville de esta apreciada compañía, y un dueto de 'Lost on slow', creado en el 2008 para ella y Tim Matiakis, solista ya retirado del conjunto.

Adela Ramírez, que se marchó a Londres hace 26 años, está "encantada" de volver a pisar el escenario de su ciudad natal con tres piezas que le permiten transmitir emociones: 'Bedroom', el paso a dos de 'El Corsario', y 'Summer time'. Mar Escoda, del Northern Ballet GP de Manchester y Helena Balla, Elisabet Biosca y Aleix Mané, de la Compañía Nacional de Danza completan la escuadra de estrellas catalanas de la gala. 

La histórica falta de compromiso de las administraciones obliga a los bailarines a buscarse la vida fuera de Catalunya

Saben que no tendrán muchas oportunidades para bailar en su tierra. La histórica falta de compromiso por parte de las administraciones con la danza obliga a los bailarines a buscarse la vida fuera de Catalunya. Las grandes compañías de ballet suelen asociarse a un teatro de ópera pero el Liceu, que contó con la compañía de Joan Magriñà (1903-1995), no está por la labor. Siempre han alegado falta de recursos. 

Los intentos de crear y mantener compañías de clásico y neoclásico en Catalunya han fracasado. El ballet de David Campos tuvo que tirar la toalla hace cinco años y lo mismo pasó con el ballet de Ángel Corella, que casi se arruina en el intento. "Nunca tuvimos problema de público. Actuamos en el Tívoli, en el Romea, en el Condal...", recuerda Campos, que se ha concentrado en la enseñanza de ballet clásico principalmente. "A mis alumnos les recomiendo ir fuera. Aquí no hay futuro. En estos años los responsables de Cultura de la Generalitat no han querido comprometerse con un proyecto en serio. Así las cosas, mejor ir al extranjero". 

El último Quijote de la danza es Leo Sorribes, director del Ballet de Catalunya con sede en el Centre Cultural Terrassa, donde agotaron localidades con su último espectáculo, un programa de producción propia con obras neoclásicas y contemporáneas. "La gente ya ha visto una evolución esta temporada con los tres programas presentados. No somos una utopía, somos una realidad pero necesitamos tiempo, dinero y teatros donde actuar", señala Sorribes. Pese a su nombre, el Ballet de Catalunya no recibe ayuda alguna de la Generalitat. Y, por muchas entradas que vendan, es imposible desarrollar una compañía sin recursos. Nadie les financiará si primero no demuestran la calidad y solidez, y a la vez nadie les ha asegurado ayuda alguna. "La situación política tampoco nos beneficia", asume Sorribes. Lo que está claro es que en Catalunya hay talento. De los 22 bailarines de su conjunto, tres son de aquí. "Es una lástima que la gente tenga que ir siempre fuera", lamenta. 

"Ir fuera me ha permitido conocer a profesionales de todo el mundo y bailar roles principales en muchas producciones"

Adela Ramírez

— Primera solista del English National Ballet

Hoy por hoy salir es la única posibilidad de hacer carrera. "En España, cuando yo tenía 13 años, no habían buenas escuelas ni profesionales ni el nivel que yo estaba buscando", opina David Yudes, que se matriculó en la Académie Princesse Grace de Montercarlo. Alba Nadal se fue a vivir a Madrid con 12 para estudiar con Víctor Ullate. Aunque su objetivo era entrar en su compañía al final optó por irse fuera tras ser aceptada en el Royal Ballet School de Londres. "Ví lo mucho que hay fuera y quise aprender y ver más antes de volver a España". Adela Ramírez recuerda: "En Barcelona no había compañías y en el extranjero había más oportunidades". De eso hace 26 años y la situación no ha cambiado tanto. Eso sí, hace 20 años se creó IT Dansa, compañía de posgraduados que dirige Cathérine Allard, impulsada por el Institut del Teatre y financiada por la Diputación de Barcelona.

Aunque es duro estar sin la familia y los amigos, todos los emigrantes de la danza consultados valoran su experiencia internacional. "He conocido a profesionales de todo el mundo y he bailado papeles principales en muchas producciones de ballet", declara Ramírez. Ninguno confía en volver. "En España la danza sigue en un estado bastante precario", dice Yudes. "Falta dinero. No faltan ganas. Tenemos gente emprendedora pero, simplemente, no se les da los recursos suficientes y las escuelas profesionales o compañías deben cerrar al cabo de un tiempo", añade.

"Lo ideal sería que el Liceu tuviera una compañía propia con financiación pública como ocurre en las grandes ciudades europeas"

Alba Nadal

— Bailarina del Royal Danish Ballet de Copenhague

Como él, todos destacan la falta de compromiso de las Administraciones con el ballet y con la cultura. "Necesitamos inculcar la cultura del ballet desde la infancia y mayor difusión en medios de comunicación", apunta Ramírez. Pese a todo, el público responde: casi no quedan entradas para sus actuaciones este fin de semana. "Público hay. La danza vende pero tampoco genera el interés de patrocinadores", señala González

Pero, como han hecho siempre, se olvidarán de todo y saldrán a disfrutar cuando pisen el escenario. Y, cuando regresen a sus países de acogida, su segundo hogar, seguirán soñando. "Lo ideal sería que el Liceu tuviera una compañía propia con financiación pública como ocurre en las grandes ciudades europeas," admite Nadal. "No me gustaría retirarme sin antes haber bailado en el Liceu".    

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