EXPOSICIÓN EN MADRID

Derain, Giacometti y Balthus, en comunión

La Fundación Mapfre junta por primera vez a los tres creadores que, además de amistad, compartieron visión artística

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zentauroepp41846338 graf339 madrid 30 01 2018 vista de la obra la gran baca180130202434 / Efe / Paco Campos

Natàlia Farré

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La historia del arte, siempre dispuesta a encasillar a los artistas, reconoce a la figura de André Derain como fauvista, uno de los buenos, si no, el mejor. Punto. Nada dice del llamado "segundo Derain", del que abandonó el estilo tildado de salvaje en el Salón de Otoño de París de 1905, para abrir nuevos horizontes artísticos tras la primera guerra mundial. Se le ignora cuando no se le menosprecia. Y no. Derain nunca dejó de ser un gran pintor. Incomprendido, quizá, pero un genio. De ello se dieron cuenta algunos de sus colegas de profesión, como Pablo Picasso, que al enterarse de su muerte le confesó a Pierre Daix: "No te imaginas qué gran pintor era". O Alberto Giacometti que afirmaba: "Es el pintor que más me apasiona, el que más me ha aportado y el que me ha enseñado más desde Cézanne; para mí, es el más audaz". Lo decía en general, pero sobre todo, en referencia a su producción tardía.

La muestra también pone en valor el trabajo posfauvista del francés, no siempre bien tratado por la historia del arte

El motivo de la poca atención a su trabajo no fauvista, a juicio del director cultural de la Fundación Mapfre Pablo Jiménez Burillo, fue "dejar de estar de moda. Eso hizo que no tuviera la importancia que se merece. Solo Picasso fue capaz de reinventarse y estar de actualidad permanentemente". Y añade: "Fue víctima de los clichés historiográficos". Unas etiquetas que han calificado su trabajo posfauvista de periodo bizantino. "Término que empobrece la belleza y notable originalidad de su pintura", continúa Jiménez Burillo.

Lo de Derain no fue una vuelta al academicismo, como muchos insinúan, ni un 'retour à l’ordre', como hicieron casi todos los artistas tras la contienda de 1914. "Su particularidad es un realismo extraño, muy moderno, perturbador, hermoso y nada academicista. Un poco metafísico y con algo de surrealismo. Difícil de explicar". Palabra de Fabrice Hergott, director del Museo de Arte Moderno de París y coproductor, junto con la Fundación Mapfre, de la exposición 'Derain Balthus. Giacometti. Una amistad entre artistas'.

Gran fascinación

La muestra, en la Sala Recoletos de Madrid hasta el 6 de mayo, se vio en la capital francesa en otoño y tuvo un gran éxito. "Se la calificó como una de las mejores de los últimos 10 años en París", asegura Hergott. Una aceptación que obedece tanto a la nueva lectura del trabajo de Derain como al hecho de presentarlo junto a otros dos grandes artistas del siglo XX: Giacometti y Balthus. "No hay que explicar mucho. Basta con verlo", asegura Jiménez Burillo.

A los tres les interesaba el realismo a partir de la emoción, no de la realidad que se puede ver

Pero en la muestra hay historia: fueron amigos y compartieron muchas cosas aunque cada uno desarrolló su propio lenguaje. Es la primera vez que se exponen juntos, pues ocupan compartimentos muy diferentes en la historia del arte, pero "uno al lado del otro funcionan y la comparación abre nuevas e inhabituales lecturas de su trabajo", sostiene el director de la fundación. "En el caso de Derain no solo no pierde al confrontarse con dos grandes personalidades como Giacometti y Balthus sino que sale reforzado. Vemos su poderosa personalidad y su gran capacidad pictórica", apostilla.

La idea de unirlos parte de la fascinación que sentían por el francés el escultor y el surrealista. Y de la amistad que se tejió entre ellos. Empezó porque los tres mantenían relación con el círculo surrealista y se estrechó en 1935, tras coincidir en la primera exposición de Balthus. A partir de aquí compartieron conceptos: "A los tres les interesaba el realismo a partir de la emoción, no de la realidad que se puede ver", concreta Jacqueline Munck, comisaria de la muestra. Miradas: los tres se interesaron por los antiguos maestros y revitalizaron géneros como el retrato, el bodegón y las escenas cotidianas. Y galeristas y modelos: Pierre Coelle expuso a Giacometti, fue marchante de Derain y mecenas de Balthus. También Pierre Loeb y Pierre Matisse trabajaron con los tres. En el aspecto de las modelos destaca la artista Isabel Rawsthorne, que posó para el francés y el suizo (luego lo hizo para Francis Bacon) y fue gran amiga del autor de 'La lección de guitarra'.

Sensual y sensorial

Todo ello lo cuenta la muestra a partir de 200 obras firmadas por los tres artistas –entre óleos,   esculturas, dibujos y fotografías– agrupadas por temas. Arranca con la mirada al pasado de los tres, con un  Derain que observa lo medieval, mientras Giacometti absorbe de todas las civilizaciones antiguas y Balthus copia a Piero della Francesca; y acaba con la mirada más sombría sobre la realidad que comparten todos ellos tras la segunda guerra mundial. En medio, hay espacio para todo. Y más. No en vano Munck asegura que la muestra tiene muchas capas de lectura, pues no solo permite apreciar la producción de los tres grandes creadores, sino también seguir la historia artística de Francia de los años 20 y 30 a través  de los miembros del grupo surrealista (amigos del trío protagonista) y la historia del mercado del arte en ese momento. Pero es ante todo "tres viajes: uno sensual, uno sensorial y otro de aprendizaje".