REACCIONES TRAS LA GALA EN SEVILLA

¿Los premios Max suponen un espaldarazo a quien los gana?

Julio Manrique, La Calòrica, Borja Ortiz de Gondra y Josep Maria Mestres reflexionan en torno al valor de los premios del teatro y de la cultura en España en general

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Marta Cervera

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Los premios de la Fundación SGAE reconocieron obras y nuevos talentos. ¿Servirán para potenciarlos o serán flor de un día? Los artistas no se engañan. El mundo de las artes nunca ha sido fácil. Tras conseguir un premio Max en el lunes en Sevilla y despertarse, se acaba el espejismo. La realidad vuelve a sus vidas. Llegan felicitaciones pero ninguna oferta de trabajo. La mayoría es realista. Dudan de que el premio a su espectáculo sirva para ir de gira, ni siquiera para poder llevarlo a la comunidad autónoma más cercana. El Ministerio de Cultura tiene mucho trabajo por delante.

Cierto, algunos ya no están en cartel, pero otros sí. La Calòrica, cuyo talento ha sido reconocido con los dos premios en la categoría revelación, mejor espectáculo y mejor actor por 'Fairfly', acabó el domingo funciones en La Villarroel. La saga de 'Los Gondra (Una historia vasca)', acalamada por público y crítica, ya no está en cartel. Pero, ¿cómo puede ser que un montaje del Centro Dramático Nacional de tanto éxito no haya salido de Madrid? De acuerdo, tiene 11 intérpretes y moverlos tiene un gran coste. Su autor no lo entiente: "Es extraño que una obra producida íntegramente con los impuestos de los españoles solo se vea en Madrid. Alguien debería mirarlo", lanza Borja Ortiza de Gondra, distinguido con el Max a mejor autor teatral por esta pieza.

¿Por qué es tan difícil que La Calòrica pueda salir fuera de Catalunya para interpretar 'Fairfly', una obra sencilla con solo cuatro actores y sin apenas escenografía? "Queremos interpretarla nosotros", dicen desde la compañía.  Otra pregunta: ¿por qué cuesta tanto ver en Barcelona el monólogo sobre Emilia Pardo Bazán, 'Emilia (Mujeres que se atreven, primera parte)', con Pilar Gómez, elegida mejor protagonista femenina?

"Los Max sirven para reconocer tu trabajo, son una caricia y te permiten pasar una noche divertida", reconoce Julio Manrique, a quien le gustaría poder remontar en el Lliure 'L'ànec salvatge', de Ibsen, Max a la mejor dirección. Sin duda, también evidencian lo mal montada que está la cultura en nuestro país, sin puentes entre autonomías que permitan descubrir otros enfoques y visiones. "Te queda una sensación extraña cuando descubres trabajos de otros colegas que te hubiera gustado ver", añade el actor y director.

El momento vasco

Lo mismo opinan Joan Yago, autor unido a La Calòrica, y De Gondra. Este último sí algo agradece este los Max, más allá del reconocimiento a su trabajo, es haber puesto el foco en el teatro vasco, especialmente con dos premios a Kulunka Teatro, compañía de teatro de gesto y máscara, que no es el más común. "El teatro catalán tuvo su momentazo. Ahora es el nuestro", afirma satisfecho. "También el cine vasco arrasó en los Goya", recuerda el autor bilbaíno. Dedicó dos años a recuperar la historia de su familia, llena de secretos, culpa y luchas fratricidas que acaba con una pregunta. Espera responderla en la secuela, donde contará de nuevo con Josep Maria Mestres. El director catalán opina que la 21ª edición de los Max ha servido "para visualizar que hay vida más allá de Barcelona y Madrid, con premios para artistas de otras comunidades como Valencia y el País Vasco".  Y para dar paso a las nuevas generaciones. En este sentido se alegra del éxito de La Calòrica en gala y ensalza "la valentía con la que hablaron". 

Pero volviendo al tema. ¿Qué cambia tras recibir un Max? La Calòrica, como otros colegas premiados que subieron al escenario antes que ellos, lo tienen claro. El Max no cambia la precariedad en la que trabajan compañías como la suya. Tampoco se traducirá en más trabajo ni en mejor remuneración. Pero una palmadita en la espalda siempre viene bien y una oportunidad para alzar la voz, también.