EXPOSICIÓN DE ÉXITO MASIVO

La penúltima parada de Bowie antes de Barcelona

David Bowie

David Bowie / periodico

JUAN MANUEL FREIRE / BOLONIA

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La creatividad se suele asociar con el caos, con la imagen del estudio de Francis Bacon, un desparrame de cartones y brochazos. Pero la exposición 'David Bowie is' revela, entre otras cosas, la posibilidad de una genialidad ordenada. En ella se recogen hasta 300 objetos extraídos en su mayoría del archivo personal neoyorquino del icono pop, y todo está impoluto, incluyendo los folios con letras garabateadas, tachadas, corregidas.

Bowie fue un precursor en muchos aspectos, y eso incluye la magia del orden de Marie Kondo (en sus últimos tiempos tuvo un archivista a jornada completa). Solo así habría sido posible una exposición tan deslumbrante, vasta y completa como esta; la más exitosa, según se anunció esta pasada semana, en los 164 años de historia del museo Victoria & Albert de Londres: más de millón y medio de personas ya la han visto. 311.956 en el propio V&A y el resto, en el viaje de la muestra por Canadá, Brasil, Alemania, EEUU, Francia, Australia, Holanda e Italia.

La gira no acaba ahí: el 8 de enero abrirá en Tokio y el 25 de mayo en el Museu del Disseny de Barcelona, donde permanecerá unos tres meses. Si el mes de junio suele observar un buen desplazamiento de melómanos a la ciudad con motivo de Primavera Sound y Sónar, este año el aluvión debería ser mayor.

BOLONIA EN CLAVE GLAM

Esta semana era la última para visitar la expo en Bolonia, donde la presencia de Bowie se ha dejado notar en todas partes: las librerías tienen sus secciones dedicadas al artista; bibliotecas y bares acogen eventos temáticos, y, quizá más inesperado, las peluquerías pueden colocar camisetas con motivos bowiescos en los expositores de lacas de fijación fuerte.

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Sea por su aura de gran evento (en particular, tristemente, desde el fallecimiento del artista a principios de año) o porque tendemos a dejarlo todo para el último momento, en la entrada del MAMbo (el museo de arte moderno de Bolonia) colgaba el jueves el cartel de 'entradas agotadas'. De ahí al domingo, último día. Y una vez dentro, el cierto colapso humano certificaba el éxito.

Lo primero que leemos en la exposición, inscrito sobre el famoso 'body' con piernas en semicírculo de la gira 'Aladdin Sane', es esta declaración de Bowie en 1995, en la época de '1. Outside': "Todo el arte es inestable. Su significado no es necesariamente el insinuado por el autor. No hay una sola voz acreditada. Solo hay múltiples lecturas".

El artista cedió acceso sin precedentes a su archivo, pero, fiel al pensamiento de arriba, prefirió no ser entrevistado por los comisarios Victoria Broackes y Geoff Marsh. La elección de objetos, hoja de ruta y posibles significados iba a correr a cargo del museo.

DEL SUBURBIO AL ESPACIO

Si no se sabe demasiado y hay curiosidad por la exposición, conviene evitar leer noticias, incluyendo el resto de la que tienen ante sus ojos. Aunque trataremos de repasar la ruta sin arruinar todas las sorpresas.

El camino empieza cronológico, en el mundo no de David Bowie, sino de David Jones, el joven que trataba de huir de una vida gris en el sureste de Londres a través de cultura e imaginación. En la audioguía no suenan todavía hits ni entrevistas, sino una pieza atmosférica al estilo de Brian Eno. Hay espacio preferente para sus influencias y un escenario en 3D, reproducción de su dormitorio de infancia, sobre el que se proyectan imágenes del Bowie anterior al boom.

El salto al cosmos llegó en 1969 con 'Space oddity', canción y disco homenajeados en un apartado que incluye, entre otras delicias, el traje espacial vestido por Bowie en el programa 'Dirk Clark’s Salute to the seventies'. No solo melómanos, sino adeptos de la moda deberían pasar por la exposición: lo más atractivo deben ser los 60 trajes reunidos.

PELIGRO DE DESMAYO

Tras un apartado dedicado a su famosa interpretación de 'Starman' en 'Top of the Pops' en 1972, la cronología brilla por su ausencia. El trayecto se bifurca en diversas direcciones al unísono, subyugando al visitante en un laberinto de influencias artísticas y aspectos y épocas de la carrera de Bowie. Sorprenden (ojo, vienen spoilers) el apartado insonorizado dedicado a su trabajo en el estudio; la sala de cine con clips de su trabajo como actor, o esa habitación sobre su etapa berlinesa que preside un sintetizador SYNTHI regalo de Brian Eno.

Pero la verdadera epifanía llega, casi al final del trayecto, con la gigantesca sala dedicada a sus conciertos: pasajes en directo proyectados del techo al suelo en paredes traslúcidas cuadriculadas que dejan entrever los últimos trajes. Es bastante abrumador y se ve algo de rímel corrido. Si uno es fan, corre peligro de desmayo.