RELATOS: CUERPOS EXTRAÑOS

El cuerpo normal

No hay una forma establecida para un cuerpo normal.  La normalidad va asociada a las  personas sanas, sin problemas para percibir su cuerpo como tal.  Por desgracia, esta concepción es cada vez menos habitual.

NAJAT EL HACHMI

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Afortunados aquellos que gozan de un cuerpo normal. Un cuerpo que puede ser bello o no, que puede ser esbelto o no, que puede ser exuberante o no, que puede ser joven o viejo, duro o blando, arrugado o liso, blanco, moreno. Los cuerpos normales pueden tener todas las formas propias de la diversidad humana, sea por el origen, constitución, sexo, edad y biografía o capacidad. Esta es la clave, los cuerpos normales son el propio de la persona, no están desligados, no van separados del resto y  no se conciben como entes aparte que se han de someter a las modificaciones para transformarlos en lo que no son. Las personas sanas, sin trastornos asociados a la percepción del cuerpo, tienen cuerpos normales. No lo cuestionan continuamente, no lo ponen en duda, no piensan que serían más felices con otro cuerpo porque con otro cuerpo serían simplemente otras personas. Esta concepción del cuerpo está cada vez menos presente en este mundo dominado por la publicidad de las grandes corporaciones que se lucran fomentando el malestar con las propias formas físicas, y cada vez son menos los que no han pensado nunca, nunca, que deberían decidirse a cambiar por algún lado.

En todas partes hay ideales de belleza que ponen unos cuerpos por encima de los otros, que enaltecen unas proporciones y no otras, pero la diferencia es que en las sociedades llamadas desarrolladas no nos podemos conformar con no ser como las élites de la belleza, no podemos no querer ser como los modelos que nos ponen como ejemplos a seguir porque fruto de esta necesidad de ser como esta minoría es el beneficio de muchas empresas. Nos dicen: lo que es bello es esto y si no te ajustas es porque no quieres, porque no te esfuerzas lo necesario, porque no inviertes lo suficiente. Sin quieres, puedes.

Por todas partes nos envían mensajes con el objetivo de que queramos convertirnos en lo que no hemos sido nunca, pero si nos pasamos, si nos convertimos en cuerpos trastornados, ya sea un cuerpo sublimado de alambre que tiende a cero, un caótico cuerpo estorbo, un confortable cuerpo refugio o una hiperactivo cuerpo fortaleza, si nos pasamos recibiremos las críticas despiadadas de los mismos que promueven este tipo de enfermedades y extraen de ellas un provecho económico ingente. Nos señalarán y nos menospreciarán, nos culpabilizarán de nuestra enfermedad.

La falta de compasión es una actitud bastante común cuando nos encontramos ante alguien que padece alguno de estos cuerpos. Estamos acostumbrados a sentir lástima por quien tiene un cáncer, pero en cambio no tenemos ninguna vergüenza de dirigir nuestra crueldad contra las personas que padecen este tipo de trastornos. Como si, de hecho, fueran perturbaciones que únicamente dependieran de la voluntad de los individuos. Este elemento es uno de los que juega en contra de las personas afectadas de cuerpos extraños, no solo no les compadece nadie, no solo no hay nadie que se haga cargo de su sufrimiento sino que son tenidos por frívolos superficiales y culpables de su enfermedad. Esta actitud sádica convive con otra que tampoco ayuda en nada a los afectados, la de negar la evidencia de que el comportamiento que se lleva a cabo no es normal, no es sano.

Cuando en los medios vemos mujeres que son más aire que materia sólida, cuando la delgadez de alguien es escandalosa y decimos que no, que es así y que es muy normal, estamos siendo nosotros mismos cómplices de la enfermedad. Cuando hay quien pasa demasiado tiempo obsesionado con su musculatura y le definimos como alguien que tan solo se cuida, estamos alimentando su manía. Cuando respecto a alguien que habita un cuerpo desmesurado hablamos de un gordo feliz, también estamos perpetuando una idea falsa de la salubridad.

Ser un cuerpo normal hoy en día no es fácil, resulta cada vez más difícil por la presión ambiental ya citada, porque algunos ya hemos nacido queriendo cambiar continuamente y no hemos visto otra realidad. El cuerpo normal tendría que ser el ideal, a gusto consigo mismo, cómodo, que existe sin más.

Reconoceréis a las personas con cuerpos normales porque el cuerpo es su última preocupación, no les representa un tema por sí mismo. Lo que no quiere decir que no tengan la necesidad de gustarse y de gustar a los demás, cosa que impide que quieran ser diferentes en según qué aspectos, que no admiren o envidien las formas de otros, pero este tipo de pensamientos serán siempre superficiales en ellos, no estarán relacionados con su estructura interna. Quizá un día se sientan hartos y hagan un poco de dieta, quizá en un momento determinado necesiten hacer más ejercicio, quizá pueden pensar en alguna mejora física pero siempre dentro de unos límites razonables.

Saber cuáles son estos límites razonables quizá sea lo más complicado de todo, pero si queréis identificar los cuerpos perfectamente normales y sanos veréis que deambulan por la vida en paz, que se alimentan siguiendo las propias necesidades, tanto las orgánicas como las que configura el deseo. Es un cuerpo que se escucha a sí mismo, que se percibe, un cuerpo que sirve para vivir y no para sufrir, que sirve, por encima de todo, para ser el punto de encuentro con los demás, un cuerpo, en su caso, para querer y ser querido.