CRÓNICA DE FESTIVAL
Cruïlla 2018: el final de la gran fiesta
The Roots destacan en la recta final de una edición cerrada con una asistencia total de 57.000 personas
Juan Manuel Freire
Periodista
Periodista y crítico cultural.
Juan Manuel Freire
Hacía tiempo que no se veía un concierto de The Roots en Barcelona, en parte porque el grupo hip hop-soul-etcétera tiene que fichar en el 'late-night' de Jimmy Fallon. Lo del sábado en Cruïlla, ya cerca de la medianoche, no tuvo la gloriosa intimidad de aquel concierto en Razzmatazz del 2006, pero fue igualmente estimulante, como se puede esperar de una banda con semejante batería (Questlove), semejante MC (Black Thought) o semejante arma casi secreta soul (Bilal).
The Roots evitaron la melancolía que ha regado sus últimos discos, aunque recuperaron, por ejemplo, 'Make my' de 'Undun' (2011), cosida con 'The sweetest taboo' de Sade. Prefirieron sacar el músculo funk y llevar al delirio con temas propios, como el favorito de fans 'Stay cool', o ajenos, del 'Jungle boogie' de Kool & The Gang al tema principal de 'Rocky', quizá por recordarnos que son de Filadelfia.
Sobre todo en su segunda parte, el concierto fue una fiesta. Jeremy Ellis se marcó tremendos solos en la máquina de beats Maschine. Hubo guiños a Guns N’ Roses ('Sweet child o’mine') y Curtis Mayfield ('Move on up', como coda triunfal de 'The seed 2.0'). No quedó pie estático en la explanada del Fòrum. Y quien todavía se quedó con ganas de funk, pudo acudir luego a la sesión de Questlove: una lección de historia de la música negra (James Brown, Gil Scott-Heron, Sly & Robbie) contada con técnica experta, con sus scratches y efectos especiales.
Melancolía en la madrugada
Se supone que Cruïlla funciona como una mixtape en crescendo de bpm's, pero anoche -después de la exhibición de David Byrne- artistas notables como Ben Howard y The New Raemon ofrecieron sus conocidas dosis de melancolía (en clave folk el primero; más pop, emo e indie rock el segundo) a la clase de horas en las que giran las bolas de espejos. Howard no hizo concesiones: temas inéditos, slowcore. Ramon Rodriguez sí que pareció buscar intensidad eléctrica en canciones como 'Oh, rompehielos' y 'Reina del Amazonas'.
Más o menos a esa misma hora, para buscar el desenfreno se podía optar por el pop épico de Izal, pero igual era mejor reservar esas preciosas energías para Justice y Orbital, el programa doble de beats que remató Cruïlla 2018. El espectáculo de los primeros era desbordante: junto a sus clásicas pilas de amplis Marshall y la cruz como salida de 'La niebla' de Carpenter, incluía ocho paneles de luz en constante cambio de formación. Empezaron sutiles ('Safe and sound'), para poco después exhibir la sutileza de un martillo pilón (masiva 'Genesis', con comienzo a lo péplum).
El Cruïlla ha cerrado edición con una asistencia total de 57.000 personas, entre las que pudo verse a más niños que nunca: los chavales (hasta 15 años) no pagan. Para calmar la espera de la próxima edición, el festival propone, del 12 al 31 de octubre, un ciclo de conciertos para el que acaba de confirmar a MGMT, Cat Power, Viva Suecia y Neuman.
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