CRÓNICA DE CLÁSICA
Un buen 'Réquiem' de Dvorák cierra la temporada de la OBC
La orquesta, junto a las corales Lieder Camera, Madrigal y Anton Bruckner y cuatro solistas, interpretó por primera vez la magna obra
César López Rosell
Periodista
César López Rosell
La interpretación de la OBC, por primera vez en su historia, del ‘Réquiem’ de Antonín Dvorák puso el broche a una gran temporada de la orquesta. Un motivado Kazushi Ono se puso al frente de la formación, un cuarteto de solistas y las corales Lieder Camera, Madrigal y Anton Bruckner. El reto que suponía enfrentarse a esta misa de funeral que sobrepasa la hora y media fue superado con éxito. La duración de la obra, hace que sea impracticable para ceremonias litúrgicas. El compositor la creó por encargo del Festival de Birmingham en 1891 y para ser recreada en concierto en los auditorios. El funeral del escritor y presidente de la República Checa Vaclav Havel, donde se oyeron algunos extractos, es la única excepción de recreación en el marco de una iglesia.
El acontecimiento llegó fruto de la inquietud de Ono, en su línea de ofrecer primeras audiciones de piezas nunca ofrecidas por la sinfónica barcelonesa. Este curso ha habido un total de 19, además de cinco estrenos y cuatro encargos. El balance no puede ser mejor. Figuras como Maria Joao Pires, Martin Fröst, Julian Rachin, Franz Peter Zimmermann o el Ensemble Intercontemporain de París se han sumado a una notable celebración melómana. Pero regresando al autor de la obra fúnebre hay que recordar que después de completar su ‘Octava sinfonía’, un relato de gratitud para los dones más bellos de la vida, Dvorák concibió su misa para reflexionar sobre el final de la existencia tratando de ahondar en su significado. El autor de las ‘Danzas eslavas’ recurre a los efectos dramáticos desde una contención que potencia el lirismo, pero no renuncia a resaltar los momentos de mayor tensión con una variada percusión y el poderío del metal. Los trombones, trompetas y también el corno inglés y el clarinete bajo dieron relieve a una trabajada interpretación.
Aclamaciones merecidas
Desde el ‘Requiem aeternam’ del inicio, lleno de cromatismo, aparece el sentimiento de tristeza y desesperación. Hay momentos contundentes como el del ‘Rex tremendae’ y el coro desbordó rítmica agresividad en el ‘Dies irae’. Lució el cuarteto solista en el ‘Recordare’ antes de llegar a la condena de ‘Confutatis’ y la consolación del ‘Lacrimosa’. La huella del sinfonista Dvorák se mantiene en un calmado ‘Offertorium’ y en ‘Quam olim Abrahae’, inspirado en una canción gótica checa. El gozo de la vida aparece en el ‘Sanctus’, con el ‘Benedictus’ y ‘Hosanna’. Un conmovedor ‘Pie Jesu’ antecede al prolongado ‘Agnus Dei’, que incluye el impactante ‘Lux Aeterna’.
La interpretación de esta misa mereció las aclamaciones recibidas. Las corales respondieron con pulcritud y energía al desafío, y los solistas demostraron que no hay que recurrir a voces foráneas para este tipo de eventos. Marta Matheu exhibió su excelente momento, así como José Antonio López, mientras Gemma Coma-Alabert y Roger Padullés cumplieron sobradamente.
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