CRÓNICA

Norah Jones, en discreto movimiento

La cantante y pianista desplegó su lánguido carisma en el Liceu al frente de un despierto trío con Brian Blade y Chris Thomas

zentauroepp42799311 barcelona  05 04 2018 concierto de norah jones en el liceu  180407182731

zentauroepp42799311 barcelona 05 04 2018 concierto de norah jones en el liceu 180407182731 / FERRAN SENDRA

Jordi Bianciotto

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Norah Jones se las arregla para ir modificando sus contornos plásticos sin dejar de ser ella misma. No hace tanto que la vimos vestida de pop en ‘Little broken angels’ (2012), o envolviéndose a gusto en tejidos de sonido Americana, con la complicidad de The Candles, el verano pasado en Cap Roig, y este jueves se presentó en el Liceu (Suite Festival), encabezando un sencillo pero despierto trío educado en el jazz, idóneo para los degustadores de su lánguido carisma como cantante y pianista.

En aquella asociación con The Candles estaba un poco tapada por las capas de armonías e instrumentos, mientras que en esa versión más desprotegida, sin llegar a arrebatar, porque el suyo no es un estilo de rompe y rasga, fue seduciendo poco a poco con su melancolía y su correcta técnica al piano. Hay que resaltar que a la hora de adaptar canciones ajenas, en lugar de recalar en el trillado repertorio del estándar de ‘piano bar’, se empeñe en llevar a su terreno canciones americanas más próximas a la tradición del folk y el country, como su ya conocida toma de ‘Cold, cold heart’, de Hank Williams, que abrió la noche entre espectros, así como ‘Don’t go to strangers’, de J. J. Cale, y ‘Don’t be denied’, de Neil Young.

Vivificante sección rítmica

Parca en su diálogo con el público, aunque capaz de invitar a esfumarse, al comenzar la segunda canción, a un fotógrafo que hacía su trabajo (y que, por cierto, no era de prensa, sino de la misma organización del festival), Norah Jones se expresó con su conocida delicadeza a través de las insinuaciones de piezas como ‘Day breaks’, ‘Nightingale’ o ‘Sunrise’. Su talente discreto se benefició del vivificante contraste aportado por la sección rítmica, con Brian Blade a la batería (músico asociado a figuras como Wayne Shorter o Joni Mitchell), seguido de cerca por el bajo y el contrabajo de Chris Thomas.

A veces ambos músicos parecían llevar su propia guerra, desafiándose mutuamente y dispensándose sonrisas de complicidad. Quizá el repertorio de Norah Jones fuera poca cosa para sus talentos como ‘jazzmen’, si bien la tensión que imprimieron al temario se contagió a la protagonista en un turbio ‘Flipside’. Las citas al primer disco, como ‘Don’t know why’, completaron la sesión dejando la imagen de una Norah Jones que se siente a gusto retocando sutilmente la imagen que podamos tener de ella.