CRÓNICA

Love of Lesbian, cumpleaños épico

El grupo conmemoró su 20º aniversario en un generoso y emocionante concierto en el Liceu

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Jordi Bianciotto

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Tras protagonizar mil y un macroconciertos, suponemos que los chicos de Love of Lesbian no son fácilmente impresionables, pero la imagen del Liceu en pie y volcado en una larga ovación, este sábado tras dos horas y media de concierto (Suite Festival), les removió por dentro. El batería, Oriol Bonet, saludó emocionado a su madre, sentada en platea, y Santi Balmes soltó una pequeña reflexión en la que puso en contraste esa escena de reconocimiento con la incógnita íntima que envuelve el momento de componer una canción, cuando das forma a algo que “es tan personal que crees que no llegará a nadie”.

Y bien, a lo largo de 20 años, las canciones de Love of Lesbian, encaminadas a dotar de un aura emotiva, en ocasiones épica, a la cotidianidad valiéndose de los brillos del pop y del gesto irónico, han llegado, en efecto, a la gente estableciendo vínculos sólidos. ¿20 años? Bueno, quizá sean algunos menos: los primeros siete, con aquellos tres discos en inglés, apenas cuentan. Un único vestigio, ‘Satellites’, se coló en el repertorio, en que el disco más representado no fue el popular ‘1999’ (2009), sino aquel con que empezó su singladura en castellano, ‘Maniobras de escapismo’ (2005), con siete canciones.

Maniobras de inflamación

Artefactos como ‘Carta a todas tus catástrofes’, rompehielos un poco fatalista, recordatorio quizá de la conciencia que el grupo conserva de lo mal que pueden llegar a irte las cosas en la vida, y que Balmes comenzó a cantar desde el pasillo central de la platea. El septeto, con el productor Ricky Falkner al bajo, contó con tres metales que dieron un aire tropical a ‘La niña imantada’ y que se esfumaron en el medio tiempo cargado de ‘Noches reversibles’. La intensidad, sí, ese trazo de Love of Lesbian, un empaque instrumental con el que cocina escenas de inflamación, llegando a convertir canciones normales en triunfalistas.

Aquellos primeros discos en castellano dominaron la primera parte, y poco a poco se abrieron paso ‘Wio, antenas y pijamas’ y una entusiasta ‘La noche eterna’. Receso acústico, con Balmes acompañándose de la guitarra clásica, pulsando arpegios sin púa, en un poderoso ‘Allí donde solíamos gritar’, y de ahí a ‘1999’ y la aparición de Fluren a los teclados en ‘Belice’. Cambios de letra con guiños a la rabiosa actualidad: ‘Los niños del mañana’ se convirtieron en ‘Los hombres de la manada’ (“vaya hijos de puta”, coreaba el público), y en el swing de ‘Me amo’ se preguntaron “¿quién es Eme Punto Rajoy?”.

Su ‘hit’ decisivo, ‘Club de fans de John Boy’, marcó la cota álgida antes de unos bises que incluyeron un estreno, ‘El astronauta que vio a Elvis’ (del filme animado ‘Memorias de un hombre en pijama’), y que culminaron con los pies en el presente, con ‘Bajo el volcán’ y ‘Planeador’. Y aquella imagen de un Balmes pensativo, sufriendo acaso un leve vértigo. “Han sido 20 años y me han parecido pocos”.