CRÓNICA

Lana del Rey, una rara flor en el Palau Sant Jordi

La cantante desplegó su exótica fantasía pop en la presentación de 'Lust for life'

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zentauroepp43002014 barcelona 19 04 2018 concierto de lana del rey en el palau 180420183611 / FERRAN SENDRA

Jordi Bianciotto

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Entre tantas divas modernas que te agarran por las solapas y te gritan a la cara para que hagas el favor de prestarles atención es agradable encontrarte con alguien como Lana del Rey, tan serena ella, más seductora que imperativa. El peligro se sitúa en el otro flanco, el de la linealidad y la falta de un poco más de nervio. Pero fue agradable meternos en la extemporánea fantasía pop que nos brindó esta neoyorquina fascinada por el imaginario cinematográfico ‘retro’ de Los Ángeles, este jueves en un Palau Sant Jordi que le quedó un poco grande (10.500 asistentes, según la organización).

Escenario con palmeras y vegetación exótica, en el que parecía que podía salir en cualquier momento Xavier Cugat con su chihuahua, y un suelo azul marino colindante con la orilla de una playa. Pero con Lana del Rey la felicidad nunca es completa y las estampas idílicas tienen un trasfondo inquietante, como nos recordó ese ‘Experiment in terror’, de Henry Mancini, que condujo a la primera canción, '13 Beaches’. Teatralidad ‘camp’: ella subió al escenario desde una vulgar escalera a la vista, como si fuera una ‘roadie’, y lució un único y discreto modelo de recatada ‘pin up’ durante toda la noche.

Romances trágicos

Su último disco, ‘Lust for life’, revisa la torturada languidez de aquel celebrado ‘Born to die’ (2012) con algunas canciones sugerentes que concentró en la primera parte del concierto, como ‘Cherry’ (con un fragmento de la tradicional ‘Scarborough fair’, que popularizaron Simon & Garfunkel), ‘White Mustang’ y la misma ‘Lust for life’, en la que cantó al romance trágico con las letras del famoso ‘Hollywood sign’ como telón de fondo. Lástima que se dejara ‘Love’ en el tintero. Tumbada sobre el piano o esbozando sencillas coreografías con sus dos bailarinas-coristas, cantó con impoluta corrección, alzando tan solo la voz en contados momentos, como en ‘Pretty when you cry’. La canción que seis años atrás la puso en el mapa, ‘Video games’, la interpretó mientras se balanceaba simpáticamente en un columpio.

Espectáculo de una frondosidad de decorado de película, más de cartón piedra que pretencioso, y más abierto de guion de lo que es habitual en los macro-‘shows’. El repertorio registró unos cuantos cambios respecto a los últimos conciertos e incluso al ‘setlist’ contemplado para esa noche:  ahí estuvieron ‘Terrence loves you’, con su cita al Major Tom de Bowie, o una ‘Carmen’ reclamada a gritos por las primeras filas. “¿Estáis diciendo ‘Carmen’?”, preguntó sorprendida.  Y aunque era “una canción muy difícil”, embarcó a recorrerla a su banda de cuatro músicos.

‘Lanamanía’ a pie de escenario

En solitario, cuando cantó ‘Yayo’ con una guitarra Flying V, Lana del Rey sonó demasiado desamparada, pero volvió a cobrar perfiles de semidiosa de los corazones rotos en ‘Summertime sadness’ y en un ‘West coast’ oscuro y con mayor complexión rock, que culminó bajando a la pista y entregándose al contacto con sus fans. Varios minutos firmando autógrafos, recibiendo cartas y regalos, y posando para ‘selfies’ encantada de la vida.

Lana superestrella, aunque sin llegar al desvarío de hace cinco años en Pedralbes, evocando a Marilyn Monroe en aquel ‘Happy birthday Mr. President’ y aludiendo a la pérdida de la inocencia en ‘National anthem’ antes de bajar a los infiernos de ‘Ultraviolence’. Lana del Rey, en fin, distinta, un flor bella pero un poco enfermiza en el pop de grandes recintos.