CRÓNICA

Enric Montefusco, canciones multiplicadas en el Teatre Grec

El músico compartió sus composiciones y las de sus invitados, Albert Pla, Nacho Vegas, Maria Arnal, el Niño de Elche y Los Hermanos Cubero, en un estimulante concierto en el Teatre Grec

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Jordi Bianciotto

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El camino de Enric Montefusco hacia el corazón de la música popular dio un paso al frente en su debut solista, ‘Meridiana’ (2016), y se refuerza en este nuevo epé, ‘Coros de medianoche’, en el que hace suyo el principio de rebajar el ego artístico y compartir la canción con otras voces y autorías. Un trabajo este que, con sus cinco composiciones y unas cuantas más, dio alas, este miércoles en el Teatre Grec, a un concierto pensado en plural, en el que los invitados trajeron músicas y alimentos sirviendo a una idea más grande que ellos.

Puesta en escena cuidada, un coqueto chiringuito con guirnaldas de luces y una larga mesa de resonancias bíblicas en torno a la cual los cantantes se fueron acomodando como en una velada entre amigos. Todo muy de la izquierda transformadora, hay que decir (aunque hacer una paella comunitaria habría sido ‘lo más’). Cena a la que cada uno hizo una aportación: el Niño de Elche, que apareció después de que Montefusco abriera con ‘Adiós’ (despidiéndose, o intentándolo, de los fantasmas de la cultura hegemónica), trajo un melón en honor a su bisabuela, a quien conocían como La Melona, antes de cerrar los ojos y cantar desde muy adentro la canción que abre el epé, ‘Toda la fuerza’. Pieza gratificante para el espíritu, que contagió aires de rito sagrado sobre un espartano fondo dominado por los suaves arpegios de guitarra clásica.

Canto en asturiano

Los colores instrumentales se fueron abriendo en ‘La casa museo’, con acordeón y violín al servicio de un Albert Pla que cantó con ánimo de parodia a la proyección del artista como alguien ajeno a este mundo. Y ‘El baile’ trajo a una recogida Maria Arnal que terminó creciéndose más tarde en ‘Miénteme’, pieza del Niño de Elche en la que se alzó un palmo del nivel terrestre estirando vocales y paseando su aura natural hasta las primeras filas. Porque, sí, el repertorio se amplió a otras canciones de ida y vuelta. Así, Pla dio su enfoque inquietante a ‘La pena o la nada’, de Nacho Vegas, y este, además de revivir la lúgubre ‘Contra los románticos’, cantó en asturiano ‘Carcelariu’ “para los políticos exiliados”.

Los Hermanos Cubero, que tuvieron a bien traer a la cena unos hermosos tomates de Guadalajara, envolvieron la ‘Tonada negra’ de voces cálidas, palmas y dulces punteos de mandolina, e hicieron suya la épica de ‘Todo para todos’, otra incursión en ‘Meridiana’. Y una pieza de su autoría, ‘Maldita urraca’, fue agenciada por el Niño de Elche para toda una exhibición de oscuridad vocal.

Provechoso intercambio de canciones e ideas, el concierto desplazó finalmente el foco a Montefusco, combinando partituras ajenas y propias (de ‘Todo es mentira’, de Pla, al rescate de ‘Por qué me llamáis a estas horas?’, de Standstill), hasta llegar a su versión en catalán de ‘Bird on the wire’, de Leonard Cohen, la canción que le dio la idea del “coro de medianoche”, y el punto y final con ‘Obra maestra’. Cena consumada y unas canciones multiplicadas por la confluencia de talentos, sirviendo a unos ideales horizontales, como recordó Montefusco: “Estamos aquí por algo, no para que nos aplaudan o para hacer algo espectacular”.