CRÓNICA
Death From Above, el poder de lo básico
El dúo canadiense revivió sus incendiarias canciones a bajo y batería en Apolo
Jordi Bianciotto
Periodista
Jordi Bianciotto
Como de su rabioso primer disco, ‘You’re a woman, I’m a machine’ (2004), se enteraron solo unos pocos, Death From Above tuvo a bien regresar, más o menos por aclamación popular, una década después luciendo su radical formato de bajo y batería. A los dos trabajos que han publicado en su nueva vida les falta algo de la chispa de aquel debut, pero sus directos siguen suministrando drásticas sacudidas a sus fans, como los que este martes acudieron a Apolo.
Ese formato instrumental de mínimos ha sido adoptado en los últimos años con mayor éxito comercial por Royal Blood, si bien hay que decir que lo de Death From Above es distinto, más salvaje, y que bebe en mayor proporción del punk que del hard rock. Y hay un punto de locura en sus canciones, también en algunas de las más recientes, como ‘Nomad’, de su disco lanzado el año pasado, ‘Outrage! Is now’, que abrió la noche luciendo la voz de niño trastornado, un poco a lo Perry Farrell, del también batería Sebastien Grainger. A su lado, el señor de las cuatro cuerdas, Jesse F. Keeler, distorsionando a gusto y librando jugosas cacofonías en la introducción de otra pieza nueva, ‘Caught up’.
La gama de registros de Death From Above es más amplia de lo que podría parecer: de la taladradora hardcore de ‘Turn in out’, del primer disco, al dance-punk de ‘White is red’, aquí con discretas pistas de un viejo sintetizador. Con su formato de dos piezas parecen querer decirnos que, después de décadas de evolución y sofisticación, el rock se asienta en una herencia primitiva: un ritmo y una textura rugosa.
Intentos experimentales
Pero, aunque Death From Above ha demostrado que hay todo un mundo en esos saturados ‘riffs’ de bajo y en sus composiciones de moldes cambiantes (incluyendo una breve cita a ‘Mother’, Danzig), en su último disco se aventura en otros territorios un tanto inciertos, y ahí estuvo la canción que le da título, con interferencias electrónicas y ambientaciones llenas de crujidos y turbulencias. Indicios de posible cansancio de su propio extremismo por parte de este dúo que, por cierto, ha recuperado su nombre original, frente al de Death From Above 1979, tras dejar atrás las fricciones con el sello del mismo nombre creado por James Murphy (LCD Soundsystem).
Después de todo, la fórmula fresca de su trabajo de debut marcó la pauta a través de las convulsiones de ‘Going steady’, ‘Black history month’ y ‘Romantic rights’, revolucionando la pista de Apolo y conduciendo a un bis que Grainger culminó dando a elegir: “¿Qué preferís, ‘Right on, Frankenstein!’ o ‘Pull out’?" Ganó esta última, la más cruda y visceral, confirmando el tipo de conexión del dúo con sus fans.
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