CRÓNICA

Bryan Ferry, destellos de la edad de oro en Cap Roig

El cantante británico revivió en el Festival de Cap Roig su repertorio clásico, dominado por citas a Roxy Music

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Jordi Bianciotto

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Dentro de esa tendencia de los veteranos del rock a disfrutar de su legado histórico y a abstenerse de intentar convencer a la afición de que sus nuevos discos son mejores que los de antes, se alza la esbelta figura de Bryan Ferry. En esta década ha publicado dos discos con canciones nuevas, ‘Olympia’ (2010) y ‘Avonmore’ (2014), pero, a la hora de las giras, las deja de lado para revivir su juventud y compartir con el público aquellas páginas doradas, como ocurrió este sábado en el Festival de Cap Roig.

Concierto del que hay que resaltar no solo su elegancia, como corresponde a todo artículo que incluya las palabras Bryan y Ferry, sino sus ecos de una música que en su día tuvo el don de llegar a la gente a través de cierta excentricidad. Porque está el Ferry de notable registro ‘crooner’ a los casi 73, seductor y envuelto en brumosos ritmos ‘funky’ (la primera canción de la noche, ‘The main thing’, del álbum ‘Avalon’, de 1982), y un Ferry más lejano y peregrino, que en los 70 se prestaba a pervertir la canción pop creando una casilla propia entre corrientes como el glam y el art-rock.

Factor Spedding

En ese segundo carril hay que colocar piezas de los primeros discos de Roxy Music, como ‘Ladytron’, ‘Out of the blue’ y ‘Casanova’. Material con estructuras y soluciones melódicas audaces que Ferry reprodujo arropada por una banda de ocho músicos, paritaria por cierto, que cubrió desde precisas tramas de guitarra a cargo del caballero Chris Spedding hasta las pinceladas de color de la saxofonista Jorja Chalmers y la violinista Marina Moore. Spedding, un guitarrista técnico y sobrio, midió los solos en piezas memorables como ‘It there is something’, que Ferry guió sentado al teclado.

El álbum ‘Country life’ (1974) fue uno de los más citados y, aunque Ferry nos privó de la vigorosa ‘The thrill of it all’ (también de otro clásico primerizo de Roxy, ‘Do the strand’), hubo ocasión de disfrutar del toque cabaretero germánico de ‘Bitter-sweet’. Y yendo más atrás en el tiempo, de la dislocada ‘Re-make/re-model’. Marcando cierto contraste, las canciones ochenteras, más estilizadas, como ese ‘Bête noire’ de aires exóticos, y los hitos tardíos de Roxy ‘Avalon’ y ‘More than this’.

Ferry se deleita ahora paladeando sus canciones más celebradas quizá con más intensidad que su día, cuando todo iba tan rápido, el futuro era una hoja en blanco y superar el presente parecía al alcance de la mano. No lo era tanto: ‘Love is the drug’ y la juvenil ‘Virginia plain’ escenificaron una longevidad quizá impensable en su día. Como la versión de ‘Let’s stick together’, éxito también de Canned Heat, y ese ‘Jealous gay’ que Ferry se hizo suyo tras la muerte de Lennon. Los chicos de Roxy Music, tan modernos y voraces, no lo sabían entonces, pero el futuro consistía en mirar hacia atrás con suave nostalgia.