CRÍTICA DE CINE

'Una especie de familia': Bárbara Lennie y los demás

Quim Casas

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Bárbara Lennie es una muy buena actriz que está aprovechando su momento. Coincide que le caen o selecciona papeles adecuados a sus características, que cada vez son más numerosas, de registros más versátiles –del hieratismo de su personaje de 'Magical girl' a la espontaneidad del encarnado en 'María y los demás'–, y también que no hay tantas actrices con su presencia. En 'Una especie de familia' navega entre aguas dispares, de los sentimientos oscuros a la explosión dramática. La historia se lo brinda: autoafirmación, adopción de un bebé, viaje de conocimiento. Y el director, el argentino Diego Lerman, basa buena parte de la efectividad de su película en ella: la puesta en escena de 'Una especie de familia' le pertenece casi más a la actriz que a quien la dirige.

El filme tiene algo de montaña rusa. Momentos frenéticos o pausados, arrancadas y subidas, bajadas emocionales y estabilidad. Ocurre en otras películas, pero en esta resulta más marcado. Sea una elección consciente o el resultado de una narrativa algo dispersa, le confiere también su personalidad. Lerman ('Mientras tanto', 'La mirada invisible', 'Refugiado') está en la franja de los cineastas argentinos que prefieren cierta ortodoxia al experimento. Pese a ello, hay en Una especie de familia una cierta ruptura con lo que se espera de este tipo de productos y pasa bien de un matiz a otro. Brilla esencialmente el trabajo de Lennie –y el resto del reparto, pero su personaje es suficientemente poderoso para eclipsar a los demás– y el tono de esos momentos fuertes que el espectador espera contrastados con otros más minimalistas.