Crónica teatral

Divertimento a todo trapo en el TNC

Nao Albet y Marcel Borràs dejan con 'Falsestuff' otra talentosa huella de su teatro 'performático'

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José Carlos Sorribes

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Hay una máxima innegociable en todos los espectáculos que perpetran Nao Albet y Marcel Borràs: antes que nada, ellos deben disfrutar cuando pisan el escenario. Jugar sin parar. Así lo ha hecho la pareja en los montajes que han escrito, dirigido y protagonizado. Y así sucede en el último, 'Falsestuff', estrenado en la Sala Petita del TNC dentro de la programación del festival Grec. La principal diferencia respecto a los anteriores es quizá su duración, más allá de las tres horas, y su ambición en un alocado cóctel lleno de referencias con un eje temático no menos relevante: una reflexión acerca del valor del original y la copia en el mundo del arte en general y del teatro en particular.

Aunque hablar de hilo argumental es innecesario en un espectáculo que se desarrolla como una gran 'performance' de estilos. Igual cabe un apunte narrativo biográfico del protagonista, André Féikiévich, y su huida de un lugar donde se implanta una dictadura, un juego de rol alrededor del arte, un wéstern musical francamente divertido o un coloquio acerca de la obra, de su sentido. Si es que lo tiene. Debate, con moderador y todo, que no se desarrolla al final sino para abrir la segunda parte. De Borràs y Albet cabía esperarlo. Las convenciones les provocan urticaria.

En 'Falsestuff' cabe todo: un divertido wéstern musical, un juego de rol sobre el arte o un coloquio con el público en el inicio de la segunda parte

La ambición de esta propuesta llega también con un reparto plurinacional que hace que en escena, con sobretitulado, se hable en castellano, catalán, chino, alemán, lituano, flamenco, alemán... O por lo menos eso dice el programa de mano. En el sólido elenco coinciden desde la bailarina Sau-Ching Wong al ilustre Jango Edwards, el clown de Detroit que lleva décadas en Catalunya. Su presencia resulta uno de los grandes estímulos de 'Falsestuff'. Como el magnate-mecenas Boris Kaczynski impone en un trabajo de gran exigencia física que le deja exhausto.

Bajada de ritmo

Esta vez, Borràs y Albet han tirado largo con un espectáculo que se va más allá de las tres horas, entreacto incluido, lo que provoca un bajón de ritmo en su segunda parte, cuando cae en un tono de farsa que peca de reiterativo. Sí hay, de nuevo, momentos brillantes como un tiroteo a todo trapo, heredero del 'Reservoir dogs' de uno de sus referentes habituales: Quentin Tarantino. O ese cierre con la compañía que se dedica, con dinero chino (del país de las falsificaciones y copias, cómo no), a piratear montajes de grandes nombres del teatro internacional. El guiño llega hasta Jan Fabre y el 'Belgium rules' que presentará en el Grec.

Albet y Borràs, en fin, volverán a seducir a sus seguidores incondicionales, sobre todo público de su generación, y pueden provocar más de un rictus de incredulidad entre quienes vayan por primera vez a verles. En lo que todos coincidirán es en su derroche de talento. Y no solo actuando o dirigiendo. Albet es un músico consumado y Borràs se revela también como un gran vocalista.

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