CRÍTICA

'Point break': Empacho de Red bull

NANDO SALVÀ

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Una sucesión de escenas de deportes extremos son la única razón de ser de este 'remake' de 'Le llaman Bodhi' (1991) y, a la vez, lo que lo convierte en una versión muy larga y por tanto aún menos interesante de un anuncio de bebidas energéticas. Añádanse el ridículo argumento, las irritantes ínfulas zen y la falta de química entre sus protagonistas –sobre todo porque el tal Luke Bracey hace que Keanu Reeves parezca John Gielgud—, y el resultado solo logra hacer que el filme original agrande todavía más su estatus de obra de culto.