CRÍTICA DE CINE

Crítica de 'The outsider': Jared Leto se mete en la yakuza

El director de 'Land of mine' resbala con este 'thriller' solemne sobre un americano blanco integrado en la mafia japonesa

Juan Manuel Freire

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Hace cuatro años, 'The outsider' iba a ser una película del japonés Takashi Miike (la primera que rodaría en inglés) con Tom Hardy como protagonista. "Pero los planes de Hardy no permitían hacerla, de modo que se acabó sin más", nos explicaba Miike en Sitges 2015. "La empecé con la idea de trabajar con él y no quería a otro actor".

Pero el mundo gira, como cantaba Julee Cruise. 'The outsider' ha acabado siendo una película del danés Martin Zandvliet (la primera estadounidense) con Jared Leto al frente del reparto. Seguramente la anterior opción era mejor, porque la visión de Zandvliet del Japón de la posguerra es esencialmente turística, y Leto es menos adictivo que Hardy, ese actor capaz de imponer incluso cuando apenas muestra su rostro, como en 'El caballero oscuro: La leyenda renace' y 'Dunkerque'.

Por lo que más preocupados parecen aquí director y protagonista es por resultar 'cool', aunque el autor de 'Land of mine. Bajo la arena' no saca el mismo provecho al neón que Nicolas Winding Refn ni su actor tiene el carisma natural de Ryan Gosling. En su escaso tiempo en pantalla, Tadanobu Asano (habitual de Miike) mastica a Jared Leto sin problemas, dando a pensar qué habría sido esta misma película con él como protagonista.

De entrada, habría sido más creíble a nivel dramático-argumental: 'The outsider' no solo quiere que nos creamos a Leto como americano blanco invitado a integrar la yakuza (no existe constancia de nada parecido en la historia de Japón), sino como tipo capaz de poner a sus pies a toda esa compleja organización criminal, no sin antes acostarse con la hermana del hombre que lo ha incorporado a filas. Durante los altos y bajos, Leto practica casi siempre un gesto entumecido que fascina menos que aburre.

Todo este sinsentido habría sido más soportable con cierto sentido de la fantasía (como en las pelis yazuka de Seijun Suzuki) o, simplemente, del humor. Pero Zandvliet aborda el proyecto con toda la seriedad del mundo y una sintaxis visual neoclásica que a veces bordea peligrosamente la indiferencia.