CRÍTICA DE CINE

Crítica de 'Han Solo: Una historia de Star Wars': sin trampas, sin riesgos

¿Cómo sería 'Han Solo: Una historia de Star Wars' si no hubieran sido despedidos Christopher Miller y Phil Lord para ser sustituidos por Ron Howard?

Quim Casas

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¿Cómo sería Han Solo: Una historia de Star Wars, segunda entrega, tras Rogue one, de lo que Disney ha dado en llamar Star Wars Anthology, si no hubieran sido despedidos a las pocas semanas de comenzar el rodaje los dos directores inicialmente contratados, Christopher Miller y Phil Lord, para substituirlos por Ron Howard? Nunca lo sabremos, aunque quizá se han conservado cosas de ellos en el montaje final. Pero no es muy difícil imaginar que habría sido otra película bien distinta, porque los responsables de Lluvia de albóndigas y La LEGO película se parecen como un huevo a una castaña al director de Cocoon y Willow.

Quizá, en este caso, quien este al mando sea lo de menos. El concepto de esta evocación de los años de juventud de Han Solo, futuro mercenario del espacio, descreído y socarrón, parece clarísimo a tenor del resultado final, que es el que cuenta, porque no vamos a conocer otro: respetar escrupulosamente el sentido aventurero de la primera película y apelar a la congratulación de los seguidores de la serie viendo los primeros vuelos del Halcón Milenario, cómo se conocieron Chewbacca y Solo y las primeras disputas entre este y un Lando Calrissian interpretado por el multifacético Donald Glover, quien se merienda al advenedizo Alden Ehrenreich en todas las tomas y resultó la verdadera estrella del evento apareciendo hace unas semanas como presentador de Saturday Night Live.

Howard, que ha hecho filmes fantásticos bien distintos a este, caso de Un, dos, tres... splash entre los mejores, Cocoon entre los más exitosos y El Grinch entre los más marcianos, se muestra aplicado con una historia que no está escrita por George Lucas pero la podría haber firmado perfectamente el creador de la franquicia. El guión es responsabilidad, en todo caso, de Lawrence Kasdan, que está presente desde los tiempos de El imperio contraataca, y de su hijo Jonathan. Fieles, todos, al espíritu original. Sin trampas ni alteraciones. Sin riesgos.

La secuencia del asalto al tren bala es excelente: circula por un raíl estrecho en medio de un paisaje nevado y arisco, y es capaz de girar sobre sí mismo en un efecto visual precioso y trepidante. El vuelo del Halcón Milenario en medio de un maelstrom es también sugerente. Pero algunos personajes, sobre todo el aún novel y vanidoso Solo, tienen escasa empatía. Como siempre, los villanos, caso del Beckett encarnado por Woody Harrelson, o la ambivalente novia del protagonista, superviviente nata en un medio hostil y corrupto, ganan con creces al héroe.