CRÍTICA

'El repostero de Berlín': a fuego lento

La película de Ofir Raul Graizer reflexiona sobre la mutabilidad de la sexualidad y el deseo y sobre las divisiones causadas por el apego a la tradición

Nando Salvà

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Aunque el dolor por la pérdida y los secretos que la muerte hace aflorar son ingredientes dramáticos algo trillados, es la habilidad al usarlos lo que otorga a El repostero de Berlín un sabor distintivo. Mientras acompaña al personaje del título de viaje a Jerusalén para acercarse a la viuda del hombre al que amaba, la película de Ofir Raul Graizer reflexiona sobre la mutabilidad de la sexualidad y el deseo y sobre las divisiones causadas por el apego a la tradición. Y lo hace sin caer en moralismos ni sentimentalismos, y dejando espacio a sus personajes para que lidien con sus miedos y flaquezas y aprendan a hallar solaz los unos en los otros.