CRÓNICA

Amy MacDonald, poder y vulnerabilidad

La cantautora escocesa desplegó su nuevo disco, 'Under stars', en un formato acústico liviano en Razzmatazz

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Jordi Bianciotto

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Sin aportar innovaciones sonoras ni abrir nuevas sendas en la larga tradición de los 'singer-songwriters' a la americana, Amy MacDonald ha ido definiendo disco a disco, y ya van cuatro, una personalidad en torno a su equilibrio entre fortaleza y vulnerabilidad, abanderada por su voz imponente. Su pase de este sábado en Razzmatazz fue un regalo para los admiradores de su poderío vocal, aunque el formato acústico elegido le restó parte de la fuerza que luce su nueva obra, 'Under stars'.

Mientras este trabajo la distancia del perfil de trovadora acústica a través de fibras más densas y un dinamismo pop, el directo que vimos en el Room Festival la trajo de vuelta a las raíces. Una Amy MacDonald formalmente más suave, que lució complicidades con el trío de músicos que la acompañó, en particular los dos que la han ayudado a construir la mayor parte de su repertorio reciente, el guitarrista Ben Parker y el bajista y contrabajista Jimmy Sims. Arropada por ellos echó a andar con la misma 'Under stars' en una versión que transmitió tensión pese a la falta de las texturas de guitarra eléctrica que tanto se hacen notar en el disco.

Fibras de folk

Decidida por lucir su presente, recorrió ocho canciones de la nueva obra con un tratamiento decididamente liviano y de proximidad, para lucimiento de ese chorro de voz que le permite expresar con contundencia pensamientos que aluden a planos de fragilidad emocional: ahí estuvieron ese 'Never too late' a voz y piano, la 'folkie' 'Leap of faith' o un 'Prepare to fall' que defendió sola con la guitarra acústica. Sin pasar por alto la pieza más arrolladora, 'Dream on', a la que le habría venido bien una batería y un poco de electricidad para volar un poco más alto.

En escena estaban, en fin, Amy, su banda (reducida), sus canciones y un cuarto elemento: el diálogo con sus fans, con amplia presencia de ciudadanos británicos, a los que hizo saber cómo le emocionaba la conversión de sus canciones en un material compartido. El otro pilar del repertorio lo puso su primer disco, con cinco canciones, de la esbelta complexión pop de 'Mr. Rock'n'roll' al éxito que la convirtió en estrella, 'This is the life', elegida para cerrar el bloque central del concierto.

Para abrir el bis, retrocedió a una de sus versiones fetiche, la de 'Dancing in the dark', de Bruce Springsteen, una canción que, tras su apariencia de 'hit' universal, habla de soledad y frustración, sentido que la escocesa realzó con su confesional lectura a voz y guitarra. Le sirvió para coger fuerzas y culminar la noche viajando al principio de todo, hasta aquel 'Poison prince' que la puso en circulación en el 2007, cuando componer canciones y cantarlas quizá le parecía un juego.