CRÍTICA DE CINE

'La revolución silenciosa': el estruendo de los gestos

Es una de esas reconstrucciones históricas previsibles y rutinarias en las que el empeño por dejar clara la ideología anula toda posibilidad, tanto de complejidad narrativa como de tensión dramática

Nando Salvà

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Tras dirigir 'El caso Fritz Bauer' (2015), que recordaba al hombre que dio caza al nazi Adolf Eichmann, el alemán Lars Kraume regresa con otra ficción basada en una historia real: la de un grupo de estudiantes adolescentes en la Alemania Oriental que para mostrar su solidaridad con las víctimas de la revolución húngara de 1956 guardaron un minuto de silencio simbólico durante una clase, desafiando así la doctrina comunista y desatando un conflicto que les acarrearía graves consecuencias.

La idea de Kraume es reflejar el coste que conlleva desafiar el statu quo al tiempo que recrea la atmósfera de opresión y paranoia que imperaba en la Alemania del bloque soviético, un lugar en el que hasta mantener la boca cerrada podía ser considerado agresivo y subversivo. Es una pena que, para ello, y a diferencia de sus determinados protagonistas, la película ni se deje llevar un poco por la pasión ni muestre voluntad de tomar riesgos. Es una de esas reconstrucciones históricas previsibles y rutinarias en las que el empeño por dejar clara la ideología anula toda posibilidad, tanto de complejidad narrativa como de tensión dramática.

Kraume ya demostró en 'El caso Fritz Bauer' que la sutileza no es su punto fuerte, y aquí lo confirma con la tosquedad de la que hace gala tanto a la hora con la que empujar el relato hacia el más lacrimógeno melodrama como a la de manejar simbolismos religiosos, y con su tendencia a elevar abruptamente el volumen de la banda sonora para subrayar escenas ya de por sí suficientemente obvias. Como resultado, esta revolución silenciosa a menudo resulta más bien ruidosa.