Sopa de Cabra, la emoción que perdura

El grupo de Girona fundió el material maduro de su nuevo disco, `Cercles¿, con sus clásicos rockeros en la apertura del Suite Festival en el Liceu

Gerard Quintana y Josep Thio, en el concierto de Sopa de Cabra en el Liceu.

Gerard Quintana y Josep Thio, en el concierto de Sopa de Cabra en el Liceu. / periodico

JORDI BIANCIOTTO / BARCELONA

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Sopa de Cabra se muestra en ‘Cercles’ como una banda de tipos de 50 años que ya no pierden la chaveta por los ritos del rock’n’roll ni cantan a “jugar y bailar con tu lindo sexo”, sino que atribuyen a la música una función trascendente y dicen buscar esa emoción capaz de cruzar el espacio y el tiempo, de perdurar por encima de gustos y civilizaciones. ¿Pretenciosa misión? No hay manual de instrucciones para madurar en el rock, y menos en nuestra escena, y el grupo de Girona supo llevar hasta el final, el domingo, en el Liceu, esa actitud resuelta en un concierto de claroscuros anímicos y euforias dosificadas, en el que interpretaron las diez canciones del nuevo disco.

Estreno de la gira, que se prevé breve y selecta, y del Suite Festival, y primer concierto de Sopa en el Liceu, aunque el grupo sí había pisado ese escenario una vez, diez años atrás, para grabar dos canciones con destino a la película ‘Rock & Cat’, de Jordi Roigé. Ambiente de gala y contención, sobre todo en la platea, con los violines virtuales del Brossa Quartet dando la bienvenida, desde la panorámica pantalla de vídeo, en la primera canción, ‘Dolços plans’, que ironiza sobre cómo la vida puede modificar tus bellos proyectos de arriba a abajo.

LA LÍNEA CLARA Y LA CHUNGA

Cumpliendo, o no, con un destino trazado, ahí estaba el grupo con la misma alineación del verano pasado, incluido Ricard Sohn (exteclista de Very Pomelo), y un nuevo fichaje, el coproductor del disco y multinstrumentista Valen Nieto (Raydibaum). A este le colocó Gerard Quintana en la histórica “línea clara” de la banda, junto a Josep Thió, frente al otro flanco, más turbio, el de ‘Peck’ Soler y Cuco Lisicic. Aunque ahí faltaba, claro, Ninyin, “el rei de la línia xunga”, añadió recordando al fallecido guitarrista.

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El material de ‘Cercles’ no sonó seguido, sino fundiéndose con piezas del pasado, y pronto cayeron las clásicas ‘Si et quedes amb mi’, ‘Tot queda igual’ y la invitación a las brumas de ‘Hores bruixes’. Pero sí hubo un bloque compacto de cinco canciones nuevas que constituyó el corazón del concierto: ‘Fugaç’, disparada como una flecha, dando paso a los planos filosóficos de ‘Eix de rotació’, canción inspirada en la película ‘Interstellar’, y a la calidez de ‘L’auca del temps’, camino de un fogoso himno ‘stoniano’, ‘Sempre a prop’. Ahí se sumó con placer Xarim Aresté, que siguió ahí, arañando con estilo su Fender Telecaster, en una “canción de carretera” que condensa la esencia sopera, ‘El refugi’.

EMOCIONES Y POLÍTICA

Brotes de rock’n’roll cruzados con ambientaciones tenues y un Quintana que evocó a Bowie y su disco póstumo (“què obscur, què endins”), y que acudió a las emociones (“L’amor està passant a ser una de les coses més subversives”) y al llamamiento político: “Ho tenim a tocar i no ens calen líders, cadascú és el seu propi líder!”. Forzando su voz (casi siempre sin red: apenas hay coros en Sopa) a través de ‘Els teus somnis’ y aliándola con la de Joana Serrat en la álgida ‘Cercles’.

El tramo final sí miró hacia atrás sin reservas: de ‘Camins’ a ‘L’Empordà’ vía ‘El far del sud’, ‘El boig de la ciutat’, ‘Podré tornar enrere’ y un acústico ‘Mai trobaràs’, culminando así dos horas y cuarto de un rock que, a partir de su peso histórico, parece aspirar ahora a una ingravidez, a un diálogo con las emociones y fuerzas que rigen el universo. Sí, es lo que tiene hacerse mayor.