CRÍTICA

'Carlitos y Snoopy: la película de Peanuts': sencillez y hondura

BEATRIZ MARTÍNEZ

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Los estudios Blue Sky siempre han ido diez pasos por detrás de Pixar. Por mucho éxito que consiguieran con sus 'Ice Age' y por mucho que se esforzaran con 'Rio', lo cierto es que nunca llegaban a alcanzar la complejidad expresiva y emocional que latía hasta en el peor trabajo de sus máximos competidores.

Con 'Carlitos y Snoopy: la película de Peanuts', sin embargo, consiguen alcanzar esa excelencia que hace tanto tiempo que andaban buscando. Y lo han conseguido precisamente abandonando el histrionismo, el colorido y la cinética arrolladora de sus anteriores propuestas y dejándose llevar por la sencillez, la pureza de líneas y el trazo minimalista del universo de Schulz.

El resultado es una pieza de animación delicada y refinadísima, repleta de imaginación visual en la que las técnicas modernas se acoplan de forma orgánica a la pulcritud de las viñetas originales, y en la que late la ternura y la ironía a través de una historia de amistad y de crecimiento, de inseguridades infantiles y de incomprensión frente al mundo que nos rodea narrada desde la desconcertada mirada de ese icónico niño-perdedor que es Carlitos Brown y de su fiel y fantasiosa mascota perruna. Su primera aventura juntos es todo un prodigio de sencillez estilística y de hondura sentimental a la hora de describir esas pequeñas diatribas cotidianas que, pasadas por el filtro de la inocencia, adquieren un nuevo y reconfortante sentido.