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Crisis de contenidos

XAVIER Bru de Sala

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Para vertebrar la sociedad, la última cosa que puede hacer la cultura es darle la espalda, mirar hacia otro lado, conformarse con el entretenimiento, consolidar el imperio del mercado, confiar en los nuevos parámetros que la consideran creativa por definición, resistir y reclamar como un polluelo hambriento. La cultura no debe esperar que los tiempos mejoren sino que tiene que implicarse en ella, aliarse, tomar posiciones, incidir, explorar, incomodarla, reflejar, arañar la superficialidad y el conformismo. Esperar que escampe es escapista.

El descalabro de la economía comporta, de manera automática, crisis de contenidos. Se equivoca quien se queje de las dificultades sobrevenidas, quien no empiece por cuestionar sus propios parámetros. Qué hago, qué digo, a quién, qué sentido tiene.

Ahora que el cine se renueva, empieza a descubrir la realidad, y esperando que enseguida contamine la ficción televisiva, convendría un debate sobre los contenidos del teatro. El Lliure y el Romea contra el Nacional. Los alternativos contra el oligopolio de las grandes compañías, ahora tan solo marcas. La persistente invasión de la banalidad, servida con una perfección formal que todavía sería mucho más admirable si no sirviera de tapadera. El privado haciendo de público y el público apropiándose del teatro comercial. El conformismo de un público al cual se ha hecho confundir arte con masaje emocional. Al final, muchos de los que no pensábamos acabar así, vamos al teatro a ver la tele.

Ponemos dos ejemplos, Agost, de Tracy Letts, estrenada con gran éxito en el Nacional y Un home amb les ulleres de pasta, de Jordi Casanovas, en el FlyHard, en Sants. El teatro más asombroso y quizá el más humilde de Barcelona. En América del norte y del sur, Agost es un éxito de taquilla, teatro comercial de calidad. Aquí figura como el gran acontecimiento de la temporada, pagado por todos en el Nacional. Mientras, Casanovas y su FlayHard, que hablan de ellos, de aquí y desde aquí y con mayor penetración y pertenencia (si bien con no tanta pirotecnia verbal), se encuentran arrinconados, casi clandestinos. No es un caso único. Los hay muy pertinentes que lo tienen más crudo y deben buscarse la vida fuera.