EN CONTRA

'The Joshua Tree': 'this album is not a rebel album'

El álbum era la avanzadilla de un plan infernal: la eliminación de los orígenes de U2

Fragmento de la portada del álbum 'The Joshua Tree'.

Fragmento de la portada del álbum 'The Joshua Tree'. / periodico

KIKO AMAT

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

En 1986 yo tenía 15 años y era fan de U2. Fan escamado -los pantalones de cuero de Bono me olían a chamusquina- pero fan. Unos amigos de BUP me habían grabado 'Boy', 'War' y 'October'. Grandes discos. Yo era un típico mod ochentas: me gustaba lo moderno y la nueva ola. U2 sonaban nuevos, profundos y pop, en canciones épicas como 'Shadows and tall tres' o 'Stories for Boys'... Solo tenías que escucharlas desviando la mirada de los pantalones de cuero de Bono, y asunto resuelto. 

Y entonces, en 1987, sacaron 'The Joshua Tree', uno de los discos más cargantes y ostentosos jamás grabados. Fue como ver a tu colega hippy-ciclista pasar ante tu puerta en un monovolumen Lexus, haciendo sonar el cláxon, riéndose a carcajadas con labios Botox y una prostituta de copiloto. U2 no eran los más humildes del post-punk, de acuerdo, y Bono llevaba soltando disparates de jerarca loco, estilo Calígula, desde 1982, pero lo de 'The Joshua Tree' fue un desclase extremo, escuela Felipe González: de la pana con coderas al yate narco, en dos mendaces pasos.

'The Joshua Tree' era la avanzadilla de un plan infernal: la eliminación de sus orígenes. El post-punk era específico: suena a calles mojadas, dedos nicotinosos, cuellos subidos, cerveza sin gas. Tenía acentos: Escocia, Manchester, Irlanda... U2 buscaron, como chuetas aterrados, lavar aquel pasado boina y adoptar la nueva voz: un esperanto aguado hecho por y para “ciudadanos del mundo”. 

Bono habla en clichés multiusos; es difícil pillarle en afirmaciones tajantes; parece gallego. 'The Joshua Tree' es hijo de su creador: no dice NADA; no es de ninguna parte. Bono habló de aquel desarraigo deliberado, afirmando que U2 “no tenían tradición”. Una afirmación absurda para alguien nacido en Dublín en 1960. No: lo que quería decir Bono es que su tradición se la pelaba, y que si podían tomar esa otra prestada, muchas gracias. De ahí el cactus esclerótico de la portada, símbolo de su nueva visión turistera y apátrida.

{"zeta-legacy-destacado":{"strong":"'The Joshua Tree'","text":"'The Joshua Tree'\u00a0era la avanzadilla de un plan infernal: la eliminaci\u00f3n de los or\u00edgenes de U2"}}

Aquella visión y aquel arbolejo, sin embargo, necesitaban un nuevo sonido, que sería la música 'roots' americana. Es decir, el sonido menos nuevo que existía. Con 'The Joshua Tree' U2 pasaron de futuristas a rancios en un solo disco. Pero tampoco querían pasarse de crudos, así que tomaron la versión Eric Clapton: blues zero zero, sin azúcar ni cafeína, bien expurgado de palabras soeces o afirmaciones de clase, que pudiese sonar en la FM “classic rock” yanqui. Que no molestara a nadie. 'This album is not a rebel album'.

Para colmo, tras tanto sacar a BB King de paseo, el disco se apoyaba en tres de las canciones más blancas, ni-chicha-ni-limoneras, ampulosas y repetitivas de la historia. Estoy hablando, naturalmente, del monstruo tricéfalo y ubicuo que podríamos llamar 'I still haven’t found with you the streets with no name I’m looking for' (pues, como todo el mundo sabe, las tres son la misma). Sensibleras, millonarias, con vago mensaje de protesta Sting y neutralidad Domund: son el filme 'Titanic' en música. Bob Stanley acertó al decir que el grupo se había convertido “en el perfecto opuesto de lo que defendía el post-punk. Retrógrados, triunfalistas, hechos para grandes estadios”. Música reaccionaria.

¿Y cómo no iba a serlo? Después de todo, fue creada por cuatro ricachos. En los artículos sobre el álbum abundan expresiones inquietantes como “la casa recién comprada de...” y “asistente personal”, imágenes que uno no asociaría a la creación de rock’n’roll con alma. 'The Joshua Tree' fue solo el comienzo: luego vendría la evasión fiscal del 2006, su compadreo con Apple, Blair y Bush, el resto de infamias. Todo brotó de aquel elepé, un anuncio del Banc de Sabadell en vinilo; cursi, pro-statu quo, lujoso en lo prescindible e inocuo hasta el llanto.