CRÓNICA
El romanticismo más clásico, en la Schubertíada
El tenor Christoph Prégardien vuelve por séptima vez a Vilabertran con Schubert y Mahler
Rosa Massagué
Periodista
Rosa Massagué
Hay muchas maneras de interpretar el ‘lied’, la canción poética que tuvo su origen en el romanticismo y a la que está dedicada la Schubertíada de Vilabertran. El tenor Christoph Prégardien es de los que lo interpreta con gran elegancia y mucha sabiduría sin necesidad de recurrir al efectismo. Es un clásico donde los haya al que le bastan su voz y su musicalidad. Lo demostró el viernes junto al pianista Julius Drake con canciones de Franz Schubert y Gustav Mahler. Con tales compositores había mucho lugar para la tristeza temática interpretada con una gran calidad musical.
Prégardien es bien conocido en la Schubertíada a la que asistía por séptima vez. El año pasado, bajo un calor insoportable, interpretó un memorabilísimo ‘Winterreise’ (‘Viaje de invierno’), el ciclo crepuscular de canciones de Schubert. Este año empezó el recital con nueve canciones de aquel compositor con poemas de Ernst Schulze que sintetizan el temario habitual del ‘lied’, es decir, la pérdida y/o búsqueda de la amada, el bosque en el que ni siquiera allí el espíritu encuentra la paz, la naturaleza como receptora de confidencias y las ganas de vivir, siempre truncadas.
Sabiduría musical
Prégardien empezó con cierta frialdad, como buscando el acento adecuado. Muchas de estas canciones reflejan una gran agitación que requieren agilidades vocales, pero sobre todo pianísticas y ahí Drake daba demasiada fuerza y volumen al instrumento hasta resultar estentóreo en algunos momentos. Sin embargo, el tenor pronto recuperó su habitual buen hacer, pero fue en la segunda parte, y en particular con ‘Lieder eines fahrenden Gesellen’ (‘Canciones de un camarada errante’) de Mahler, cuando Prégardien demostró toda su sabiduría musical y su exquisita forma de cantar.
Estas cuatro canciones, con textos del propio compositor, las escribió tras un desengaño amoroso. Tienen toda la tristeza y melancolía de un amor perdido, pero también la fuerza de una persona joven. El tenor las interpretó de forma impecable desgranando el sentido de la pérdida, solo oscurecida en algún momento por la poca sutileza del piano.
Numerosos aplausos
Con gran maestría, Prégardien enlazó la última de estas canciones con la que abría el siguiente bloque con ‘lieder’ de Schubert. Sesenta años las separaban, pero la continuidad temática y musical las unificaba. El tenor conquistó una vez más al público de la Schubertíada que le premió con numerosos aplausos y gritos de ‘bravo’.
Prégardien agradeció con generosidad ofreciendo tres bises con canciones de Schubert que por su popularidad podrían formar parte del ‘top ten’ del compositor. Fueron ‘Ständchen’ (‘Serenata’), de la colección póstuma ‘Schwanegesang’ (‘El canto del cisne’); ‘Der Musensohn’ (‘El hijo de las musas’), y ‘Der Tod und das Mächden’ (‘La muerte y la doncella’), en donde el tenor acometió el papel de la muerte con el terciopelo de una voz grave, pero natural.
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