EL ANFITEATRO

Chicas buenas, chicas malas

Una exposición en Salzburgo explora las alegorías como lenguaje de las imágenes

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Rosa Massagué

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La alegoría es un útil que sirve para explicar el mundo. En el barroco se convirtió en forma artística con la que se representaban ciudades, continentes, los elementos de la naturaleza, el día, la noche, pecados y virtudes o las ciencias. En realidad, pueden explicar la vida entera, desde el origen hasta el último destino, la muerte. La Residenzgalerie de Salzburgo, el que fue palacio de los príncipes-arzobispos, presenta una exposición, 'Alegorias. El lenguaje delas imágenes', con muestras que van desde aquel barroco natal hasta nuestros días y lo hace en unas salas cuyos techos de estuco, decorados con dichas representaciones realizadas por Johann Michael Rottmayr, forman también parte de la exposición.

Sandro Botticelli y otros pintores renacentistas nos legaron la alegoría de la primavera como una hermosa mujer. Sin embargo, el pintor flamenco Marten de Vos prefirió buscar la alegoría de aquella estación de renacimiento de la naturaleza y del intelecto, de placer, de vida al aire libre, en el dios Marte, que además de ser el dios de la guerra, para los romanos también era un dios primaveral.

En el cuadro expuesto en Salzburgo aparece esta figura debajo de un árbol tocando un laúd que acaba de sacar de su estuche y está en el suelo. Hay otros instrumentos de cuerda; libros abiertos y libros cerrados, estos últimos, de Bocaccio, Amadís, Virgilio y Ovidio; una raqueta y pelotas, así como una baraja, dados, una ballesta y guantes. Al fondo a la derecha se ven unos edificios señoriales y escenas de juego y baile. A la izquierda, edificios rurales con escenas pastoriles.

Junto a este Marte primaveral y relajado, son numerosas las alegorías representadas por mujeres. Los continentes, por ejemplo, lo son. O la guerra, personificada en este caso por Rubens en una imagen femenina de la desolación en ‘Alegoría de la guerra’ (1628). O la tela también de Rubens conocida como ‘Ocasión’ cuyo título original es ‘Enrique IV aprovechando la oportunidad de acabar la guerra’, en la que aparece delante una figura femenina derrotada, con una serpiente y una maza, mientras que atrás, unos y otros quieren llamar la atención de la alegoría propiamente dicha del título, la Ocasión. La chica mala del desastre de la guerra. La chica buena que debe conducir a la paz.

Las parábolas evangélicas tienen mucho de alegoría. Al menos, tienen el mismo objetivo, el de explicar con el añadido de transmitir una enseñanza moral. En la sala dedicada a las imágenes de las virtudes y los pecados, hay una representación de la parábola de las vírgenes necias y las vírgenes prudentes. Es una copia de un óleo de Hyeronimus Francken II. Las mujeres sabias ocupan la parte derecha del cuadro y se dedican a coser, hilar y rezar delante de un cuadro de una santa. En la parte izquierda, una toca un virginal; otra, un laúd; una bebe y otra duerme mientras que de la pared cuelga un cuadro con una escena amorosa. Y encima, sobre una nube, el premio y el castigo para unas y otras.

Las naturalezas muertas son siempre alegorías de los sentidos, como la del holandés Jan Davidsz, ‘Desayuno con copa de champán y pipa’, en la que se ven además de los objetos citados en el título, unos limones, uvas, pan, sin que falten ni las ostras ni una langosta para recordarnos, precisamente la futilidad de la vida. O el video de Sam Taylor-Johnson (1967) ‘Still life’ (Naturaleza muerta) en el que se observa como unas hermosas peras, unas manzanas y unos racimos de uva bien dispuestos en una bandeja de cestería se van macando para dar paso al moho de la podredumbre y acabar en una asquerosa masa informe.

Aunque estas alegorías parezcan el final, la exposición no acaba aquí. Queda una última sala, pequeña, dedicada a otro aspecto de la vida, a su brevedad. Aquí está ‘Cupido con una pompa de jabón’, de Rembrandt, y otra alegoría, firmada por Johannes Heinrich Schönfeld, titulada simplemente ‘El tiempo’ en la que aparece un Cupido muy anciano y cansado, con sus alas plegadas, junto a otro ángel del amor todavía niño, también haciendo pompas de jabón, y ambos, ante una especie de altar en el que una vela se va apagando y un reloj de arena marca el tiempo fatal.

Así acabará todo, en un final que será el mismo tanto para las chicas buenas como para las malas.

La exposición se puede ver hasta el 6 de noviembre.