Charlie Kaufman, de nuevo

El director y guionista triunfa en su regreso, 'Anomalisa', rodada en 'stop motion'

Charlie Kaufman (en el centro), acompañado de Rosa Tran, Duke Johnson, Jennifer Jason Leigh yTom Noonan.

Charlie Kaufman (en el centro), acompañado de Rosa Tran, Duke Johnson, Jennifer Jason Leigh yTom Noonan.

NANDO SALVÀ / VENECIA

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Charlie Kaufman se convirtió a principios de la pasada década en guionista estelar gracias a títulos como Cómo ser John Malkovich, El ladrón de orquídeas y ¡Olvídate de mí! Luego debutó como director con una película, Sinécdoque New York, que era impenetrable pero que en todo caso lo confirmó como retratista único de las neurosis masculinas. Y, después, desapareció. Hasta ahora.

Presentada este martes a concurso en la Mostra, Anomalisa demuestra que el paréntesis fue demasiado largo, tanto para quienes nunca quisimos pasar tanto tiempo echándolo de menos como para quienes consideren que no hacía falta tardar tanto para completar una obra que definirán como pequeña.

En realidad, aunque discreta en pretensiones y tamaño -fue financiada a través de una campaña en Kickstarter, y sus créditos incluyen agradecimientos a 1.070 personas-, Anomalisa no es una película pequeña. En todo caso, una pequeña maravilla, que recurre a la animación stop-motion para plantear el tipo cuestiones sobre el amor, el dolor, la soledad y las conexiones humanas que todos nos hacemos y en el proceso también nos hace reír y llorar, con discreción pero con ojo de lince.

En el centro, como de costumbre, un hombre fallido, Michael, que imposta empatía con el mundo -es una eminencia en atención al cliente- pero que es incapaz de sentir ninguna. Para él todos los demás, hombres y mujeres, tienen la misma voz y casi la misma cara -en el mundo de Anomalisa, los rostros parecen hechos de piezas desmontables e intercambiables-. Él, de hecho, es el único dotado de identidad distintiva. Bueno, él y Lisa.

Lisa es otro perro verde, una anomalía --una anomalisa-, y con su aparición tanto la película como Michael dejan delicadamente de ser deprimente y afloran su calidez y su ternura inmensa. Kaufman nos recuerda qué arrebatador resulta conectar con quien parece ser tu alma gemela, y qué doloroso es cuando, a la mañana siguiente, la conexión se rompe. Pero aunque solo duró una noche, mereció la pena. Y quién sabe si habrá más.

ABUSOS DE PODER / Ninguna de las otras dos películas presentadas ayer a concurso alcanzó la misma altura. Por un lado el italiano Marco Bellocchio desconcertó y decepcionó con Sangre de mi sangre, pareja de fábulas caprichosamente conectadas y pobladas de vampiros, brujas, mafiosos rusos y gente rara en general, que funcionan como reflexión más bien banal sobre los abusos del poder religioso y económico.

Por otro, en Frenesí el turco Emin Alper se sitúa en una Estambul ligeramente futurista que en realidad es como la que actualmente retratan los diarios: un lugar donde imperan leyes absurdas y donde la policía se encarga brutalmente de aplicarlas, y un escenario de miedo y paranoia. Mientras nos sumerge en ese clima, Alper trata de crear el tipo de atmósfera pesadillesca que por ejemplo derrocha El quimérico inquilino. Puede que se quede corto, pero eso no impide que Frenesí resulte inquietante.