Ucronías y distopías

Catalunyes imaginarias

La literatura catalana inventa pasados alternativos y futuros apocalípticos

David Castillo, autor de 'Barcelona no existeix'.

David Castillo, autor de 'Barcelona no existeix'.

ERNEST ALÒS

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Quizá sea porque imaginar una Catalunya futura es algo que ya está más que normalizado en el debate político y las conversaciones cotidianas. Independiente, federada, dialogante y moderada o con tanques rodando por la Diagonal, monolingüe o no, en la UE o fuera de ella, próspera, arruinada o convertida en un escenario de Mad Max. El caso es que plantear escenarios alternativos para el pasado, el presente y el futuro del país ha pasado también a ser moneda corriente en las letras catalanas. Sea por la vía de las ucronías (situar unos hechos en un escenario en el que la historia ha discurrido por otros caminos alternativos) o de las distopías (lo contrario de una utopía, la hipótesis de un futuro siniestro si todo lo que hoy va mal sigue yendo a peor).

'ELS AMBAIXADORS' 1949: un 'thriller'en la República Catalana

En el premio Josep Pla de este año, Els ambaixadors (Destino)Albert Villaró plantea este pasado alternativo: en 1934, el general Batet apoya a Companys en lugar de detenerlo por proclamar la república catalana y, tras una breve guerra, Catalunya acaba siendo independiente con el apoyo de Francia, en 1940 es invadida por los nazis y en 1944 la liberan la división Leclerc-Escofet y la Resistencia local. En 1949 la gobierna la democracia cristiana de Carrasco i Formiguera y tiene un serio problema con el país vecino, gobernado por el dictador Sanjurjo y que nunca ha digerido la secesión. La hipótesis de partida es improbable, pero el libro funciona con la brillantez y coherencia interna de la Patria, de Richard Harris, o la ironía de las novelas de Philip Kerr. Por no hablar de los espectaculares cameos de personajes como Josep Pla, Tísner, el comisario Creix, el pistolero faiero Justo Bueno o el profesor Fassman. Aunque no sea recomendable explicar mucho más porque Villaró va desvelando poco a poco ese escenario histórico alternativo. «Si hubiese empezado con una página de manual de historia no hubiese tenido la misma gracia».

HUMOR Y AVENTURA / «No es un esfuerzo para los lectores sino un estímulo más», explica. «La literatura tiene una parte muy importante de juego», defiende Villaró. Véase por ejemplo (arriba) el Spitfire con las enseñas de la aviación de la república catalana, una escuadrilla de los cuales mantiene un combate heroico sobre el cielo de El Escorial. El personaje principal, un antiguo comando de la Resistencia, alias mossèn Farràs, en la línea del Bernie Gunther de Kerr («mis personajes son siempre un poco descreídos», matiza Villaró) vuelve al servicio desde su retiro en Andorra. Pero comparte protagonismo con un plantel de secundarios entre los que destaca un Josep Pla corresponsal y espía catalán en Madrid. «Quería hacer ver cómo la gente, en contextos diferentes, puede evolucionar de formas diferentes», explica. Precisamente ese es el ejercicio intelectual, liberal y antidogmático, que está detrás de los ejercicios académicos de historia ficción. «Están los grandes movimientos históricos, pero también las decisiones individuales determinan la historia», opina este historiador y escritor andorrano.

El libro acaba con una larga serie de biografías alternativas de personajes que fallecen mucho antes de lo que hicieron en realidad (uno de los servicios de mossèn Farràs ha sido encargarse del Dragon Rapide de aquel prometedor general que se llamaba Franco) o que tienen una vida más larga y agradecida que la que realmente tuvieron. Ya que un golpe de derechas triunfó y no hubo guerra civil, el régimen español tiene al frente a jerarcas como José Antonio Primo de Rivera y José María Gil Robles). Borís Skósyrev, el exiliado ruso que intentó convertirse en Boris I de Andorra, ha preferido en cambio matar a Stalin, dejando sitio al regreso de Trostky. Carmen Polo intenta infructuosamente unas segundas nupcias con Onassis. Y algunos personajes reciben una reparación simbólica, como Escofet, convertido en el De Gaulle catalán. Eso sí, algo no cambia nunca: Samaranch acaba con su oscuro pasado perdonado y consiguiendo los juegos del 92.

Lamentablemente, haber dejado el futuro tan cerrado dificulta que  Villaró se planee secuelas. Aunque aún queda campo abierto para precuelas. «El sabotaje a Franco no estaría mal», comenta.

'GERMANS DEL SUD' 2013: una decadente potencia mundial

En el año 1213, el rey Pere II vence a los cruzados franceses en Muret, en lugar de dejar huérfano al nonato Jaume I. La historia podría haber cambiado un poco. O un muchísimo, como plantea Hèctor Bofill (el  Hèctor López Bofill, candidato frustrado a diputado por Solidaritat Catalana per la Independència) en Germans del sud (Edicions 62). Bofill no se limita a hacer caer Occitania bajo la esfera de la Corona de Aragón sino que («si ganamos, hagámoslo a lo grande», se dijo el autor) reescribe a partir de ese punto de inflexión toda la historia de Europa. No, aún más: de toda la cultura occidental.

Catalunya gobierna en el 2013 una confederación que controla dos tercios de la actual Francia, media España, las islas de Italia y en un pimpam se anexiona Argel. Los catalanes han protagonizado el Renacimiento y esa cultura neolatina es vigente aún hoy: aurigas en lugar de coches, políticos con togas de gala... ¿Y España? No llegó a existir, los almorávides acabaron con Castilla y hoy los españoles son vascos, portugueses, catalanes, andalusís granadinos... o mozárabes sometidos a Catalunya y en plena lucha por obtener la independencia desde su oprimida capital, Toledo. «Hago un planteamiento de literatura fantástica, de ciencia ficción, que es de donde bebo», precisa. El aire a Dune sobrevuela todo el libro (como el Pere el Gran, el inmenso portaeronaves volador orgullo de la flota y recién botado en Marsella). Su héroe, reconoce, viene directamente del Paul Atreides de Frank Herbert (hay también mucho Asimov, y combates que parecen sacados directamente de El juego de Ender Starship troopers).

MALOS, PERO NO TANTO / En Germans del sud los catalanes oprimen a los pobres mozárabes.  «Este es el principal punto irónico de la novela. La inversión de los papeles. Pero en el fondo la Confederación es un poco mejor que la España actual, siendo los malos aún los hago un poco buenos», explica Bofill. Y en plena crisis frente a potencias mundiales como Mongolia. «En el fondo, lo que hago es desconfiar del carácter de la política catalana; en el ámbito político siempre hemos sido unos incompetentes». Con aromas a space opera, el libro acaba con aire, directamente, a opereta italiana, con una escena final delirante de puñales, máscaras, hijos secretos y desmayos que ni El trovatore.

'BARCELONA NO EXISTEIX' 2040: Somalilandia en el paseo de Sant Joan

Pasemos de la ucronía a la distopía. Una fórmula que ya han tocado en los últimos años, sea con toques fantásticos o de steam punk, Marina Espasa (La dona que es va perdre, con una Barcelona amenazada por una plaga de hombres topo), Víctor Nubla (El regal de Gliese, invasión alienígena en Gràcia), Maiol de Gràcia (La peixera), Sebastià Jovani (Emet o la revolta, en una Gràcia sometida a las multinacionales y los erasmus en el 2017), Joan Lluís-Lluís (Aiguafang; catástrofe ecológica e inmigrantes esclavizados) y Dolors Millat (Terra inhòspita: en el 2048 la Netkràcia, el gobierno de las multinacionales, ha clausurado las bibliotecas, y los sentimientos se controlan con pastillas). Una producción tan acorde con tiempos de crisis como la fantasía histórica con momentos de épica nacional.

El último incorporado a la tendencia es David Castillo, con Barcelona no existeix (Empúries). En el año 2040, una ciudad hundida desde la salida del euro está dividida entre un centro controlado por la una gerontocracia, los restos de la decrépita clase política, y una periferia sin control. Aunque en los subterráneos acechan las Milícies de la Joventut, un movimiento sobre el cual escribe un reportaje un periodista, lo que ha permitido a Castillo pasárselo bien «inventando drogas» y descargar su decepción por el rumbo del periodismo y la edición (los de ahora, no los del 2040: que de eso se trata cuando se abordan distopías o utopías: «Es un reflejo de lo que está pasando, exagerado»).

UN PUTIFERIO / Castillo ha recurrido a sus muchas lecturas de J. G. Ballard, el William Gibson de Neuromante y el imaginario de Blade Runner para intentar que su intención inicial, «intentar escribir una novela de ideas», se convirtiese en «una cosa rápida». Y también Calders y Pedrolo. Y Víctor Balaguer, García Espuche y Carandell para inventar una ciudad decadente, con sexo, drogas, incultura y pobreza. «He utilizado reflejos de la ciudad del XVII y el XVIII para hacer la ciudad futurista, que vuelva a ser un putiferio», explica. Que es tanto como decir que vamos marcha atrás. Y aún otro referente, otra de sus aficiones: «El ambiente de magia, quiromancia, espiritismo, para que toda la novela pareciese una sesión de espiritismo en clave de humor». Por cierto, en esta Barcelona del 2040 el independentismo acabó mal. «La capacidad de resistencia está castrada. Y, ¿para qué? La diferencia entre Catalunya y España se tendría que marcar en el territorio de la cultura y la honradez. Y...»