Care Santos: "Toda familia tiene una novela"

La novelista recupera en 'Diamante azul' su propia saga familiar desde el siglo XVIII, con muertes misteriosas, fortunas perdidas e historias de amor

ERNEST ALÓS / BARCELONA

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El origen de la última novela de Care Santos, ‘Diamante azul’ (Destino / Columna) está en las historias que le explicaba su abuela, que había sido una jovencita de casa bien a punto de irse al garete, industriales del sector del tinte en Mataró allá por 1927, que se casó con un humilde lechero. La búsqueda en los archivos permitió a Santos remontarse hasta el siglo XVIII y encontrar la extraña historia de un antepasado, Joseph Pujolar, que se casó con cuatro mujeres, cuatro años consecutivos, el mismo día de marzo y con el mismo cura, hasta que al final en lugar de morirse ellas fue él quien se fue al más allá. Pero, advierte, no es que su familia tenga un pasado espectacular, aunque sí alguna mitología particular con enjundia (el pájaro azul del título y un reloj que toca cuando alguien de la familia muere, a los que ha encontrado acomodo añadiendo ficción a la realidad comprobable). “Toda familia tiene una novela. La cosa es encontrarla. Tenemos poca memoria, hay historias que nadie retiene o que las madres explican a las hijas y se quedan en batallitas de la cena de Navidad. Pero las historias domésticas tienen importancia. Son –añade Santos- las que realmente tienen importancia”.

Care Santos fue sentando a sus familiares uno a uno, para ver qué fragmento de la historia familia recordaba cada uno de ellos. Después vino la búsqueda de documentación. “Es un ejercicio buenísimo, que recomiendo a todos los que quieran saber algo de sus orígenes –comenta-. No quedaba nadie de esos tiempos de los que me hablaban, pero las historias quedan. Es fantástico descubrir cómo las personas han muerto, las casas han desaparecido, el momento ha pasado, pero hay historias que llegan hasta nosotros”.

LOS ANTEPASADOS

Al principio estaba aquel Joseph Pujolar, ‘cabaler’ del Mas Batet de la Garrotxa, de quien queda en los registros parroquiales la historia de sus esposas muertas a un ritmo anual. “Este señor pedía una novela a gritos”, dice Santos. Y a partir de esos pocos datos, se ha puesto en ello. Ese misterioso reloj (de nuevo un objeto totémico, como en ‘Desig de xocolata’; “No lo puedo evitar”, dice Santos) liga esta trama que desarrolla entre 1723 y 1727 con la historia del fabuloso tatarabuelo de la escritora.  

Ese Silvestre Pujolar, explica Santos, “levantó al cabeza de la tierra, fundó una tintorería en Olot y se fue a Mataró, donde acabó montando la industria de tintes más grande de la ciudad, en una fecha que coincide con la tercera carlinada, que en Olot fue muy salvaje”. A él le sigue el bisabuelo de la escritora, Florià Pujolar, quien experimentó la ruina familiar. Hasta llegar finalmente a la exuberante abuela de Care Santos, la burguesita Teresa Pujolà que se casó con el lechero Claudi Torres.

“Ella se escapó de casa: estaba destinada a tocar el piano y casarse con un buen partido y acabó muñendo una vaca. Mi abuela lo explicaba como el amor de su vida. Era una gran contadora de historias. Cuando entrábamos en su casa ella apagaba la tele y se ponía a hablar: historias de marcianos, o nos explicaba que el abuelo volvía desde el más allá y le preguntaba por la familia, que volvía despeinado y ella lo peinaba, que venía muy elegante porque lo enterraron con un traje…”.  Unas dotes narrativas que, dice Santos, están en el origen de la vocación de escritora de su nieta.